Por primera vez en Colombia, el fenómeno del consumo de drogas está siendo observado desde los territorios y no solo desde los despachos oficiales. El Ministerio de Justicia y del Derecho, en articulación con alcaldías, gobernaciones y organizaciones de la sociedad civil, avanza en la consolidación de la Red Territorial de Análisis de Sustancias Psicoactivas (SPA), una iniciativa que busca comprender las realidades locales del consumo y fortalecer las capacidades de análisis en municipios y departamentos del país.
“Las realidades del consumo en una ciudad capital no son las mismas que en una vereda o en un puerto fluvial. Escuchar a las comunidades y fortalecer sus capacidades de análisis es clave para diseñar políticas que realmente sirvan”, señaló un vocero del Ministerio durante uno de los talleres de formación realizados con funcionarios y líderes comunitarios.
Durante años, el enfoque del Estado frente al consumo de drogas ha sido vertical y centralizado. Las decisiones se tomaban en Bogotá, basadas en estudios nacionales que pocas veces reflejaban las dinámicas locales. Con esta nueva red, el país busca transformar esa mirada y construir conocimiento desde abajo. En municipios de departamentos como Antioquia, Córdoba, Cauca y Atlántico ya se adelantan ejercicios piloto donde equipos técnicos y organizaciones barriales recopilan datos, analizan información y proponen acciones ajustadas a su entorno.
“Antes las decisiones se tomaban sin saber lo que pasaba en los barrios. Ahora nos están formando para levantar información, entender las dinámicas y hacer parte de las soluciones”, cuenta Luz Dary, líder social de un municipio piloto del suroccidente colombiano que trabaja con jóvenes en riesgo de consumo.
La red no se limita a recolectar información. Su propósito es que cada territorio use los resultados para orientar políticas públicas, prevenir el consumo, fortalecer programas de atención y diseñar estrategias de tratamiento con enfoque humano. Con el acompañamiento técnico del Observatorio de Drogas de Colombia, se han definido metodologías comunes, indicadores básicos y herramientas para que las alcaldías y las comunidades puedan crear sus propios observatorios locales.
Uno de los pilares de esta estrategia es la participación activa de las organizaciones sociales. No se trata solo de una iniciativa estatal, sino de un ejercicio compartido con colectivos juveniles, fundaciones que trabajan con habitantes de calle, asociaciones de padres y grupos comunitarios. “Las comunidades tienen un conocimiento que ningún informe puede reemplazar. Saben quiénes están en riesgo, dónde se mueve la sustancia, qué pasa con las familias. Por eso deben estar al centro del análisis”, afirma Ana María Gómez, psicóloga y vocera de una red de prevención en Medellín.
El enfoque de esta red también busca romper el estigma hacia las personas consumidoras, promoviendo una visión de salud pública, derechos humanos y cuidado. En lugar de criminalizar, se busca comprender. En lugar de castigar, acompañar. Cada territorio tiene su propio relato y sus propios desafíos: algunos enfrentan la llegada de nuevas sustancias sintéticas, otros conviven con problemáticas asociadas al desplazamiento, la pobreza o la falta de oportunidades.
Los retos son grandes. Formar equipos locales, garantizar recursos, mantener la calidad de los datos y lograr que la información se use para tomar decisiones efectivas son desafíos que aún deben superarse. Pero el paso que se está dando es significativo: por primera vez, el país se propone construir conocimiento sobre drogas desde el territorio, con las comunidades como protagonistas.
La Red Territorial de Análisis de Sustancias Psicoactivas representa un cambio de paradigma. Colombia empieza a escuchar lo que sus territorios tienen para decir sobre el consumo y sus impactos. En palabras del Ministerio de Justicia, se trata de “construir una mirada compartida entre el Estado y la sociedad civil, que reconozca las diferencias territoriales y permita respuestas integrales, humanas y sostenibles”.
Porque comprender el consumo no es solo cuestión de estadísticas. Es escuchar historias, reconocer contextos y mirar de frente una realidad que, aunque distinta en cada región, exige lo mismo en todas: empatía, evidencia y voluntad de cambio.



