Por: Carlos Ramos Maldonado

 Junior de Barranquilla y su ancestral Juventus de Italia, inspiraciones salesianas. Ojalá se convierta en pasión de multitudes para apostarle a la paz total.

El Junior alcanzó su décima estrella y el año entrante cumple 100 años de fundado, un equipo que levanta pasiones colectivas tanto en la Ciudad como en la región, pero que debe ajustar estrategias psicosociales para tejer un comportamiento social que aporte al fortalecimiento sostenible de la paz urbana.

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Cuando en 1902  el sacerdote salesiano Ernesto Briata llegó a Barranquilla para iniciar por estos lares el apostolado de Don Giovanni (Juan) Melchiorre Bosco: «Formar buenos cristianos y honestos ciudadanos», traía en su alma peregrina la nostalgia de un extraño balompié que los ingleses habían importado al puerto de Génova (Italia) apenas unos veinte años atrás, pero que él había torpemente aprendido distrayendo a sus alumnos en los Oratorios Festivos que creó en varias casas salesianas de Suramérica, orientado siempre por su superior de comunidad Evasio Rabagliati, quien a su vez había conocido ese deporte cuando trabajaba como orientador espiritual de la Escuela de Artes y Oficios en Valdocco (Turín), fundada en 1859 por su paisano Don Bosco, y en el Liceo Classico Massimo d’Azeglio.

La Vecchia Signora

Sucedió que en la región piamontés de la Italia posnapoleónica y en el umbral de la revolución industrial, los campesinos migraban a la ciudad de Turín en busca del sueño urbano, configurando en esta cinturones de miseria propensos, por supuesto, a la degradación social.

Turín, entonces, se levantaba como vertiginosa capital del reino provincial, con las contradicciones propias de la Europa decimonónica: luchas nacionalistas contra los Estados Pontificios; nobleza medieval en declive, casi fosilizada; burguesías y oligarquías renacientes como nueva élite social, y una gran masa poblacional sumida en la explotación citadina y la marginalidad humana, sin Dios que se compadeciera. 

Allí, Don Bosco encontró el caldo de cultivo positivo para su vocación religiosa y misión pastoral, el sistema pedagógico preventivo: «Educad a un niño para que no tengáis que castigar a un adulto».

El padre Rabagliati, discípulo del después santo salesiano, colaboró con la obra educativa desde lo lúdico y musical, además, y enseñaba a los muchachos a patear balones en un juego incipiente que la colonia inglesa de Génova había impuesto a un grupo de estudiantes locales que en 1893 se constituyó en el «Genoa Cricket and Athletic Club», primer equipo de fútbol de Italia.

Así que el presbítero y otros de la misma Orden en Turín organizaban sus cuadrillas para que los muchachos se divirtieran y se formaran en encuentros colectivos, y estos, después de las jornadas académicas, solían reunirse en torno a una banqueta de una plaza de armas cercana, de donde salió la gran idea de fundar el primero de noviembre de 1897 el  «Sport Club Juventus», denominada después La Vecchia Signora o La Juve, histórico segundo equipo de fútbol de Italia, reconocido como el mejor club italiano del siglo XX y segundo de todos los tiempos a nivel europeo por la FIFA.

El mote del cuadro bianconero «Vecchia Signora» viene del denominativo con el que los obreros llamaban a las damas nobles a causa de su modo de andar y vestir elegantes por las avenidas de la Ciudad.  El primer uniforme del novel equipo, el cual usó durante sus primeros seis años, estuvo compuesto por una chaqueta de color rosa con pañuelo o corbata negra y un pantalón corto también de color negro.

                                    Club Juventus 1899

En el Juventus jugó desde el 2015 hasta este año el antioqueño Juan Guillermo Cuadrado, equipo en el que ganó 5 títulos nacionales, 4 copas de Italia, 3 supercopas y un subcampeonato de copa intercontinental.

El pelotón de fusilamiento

Solo cuando estaba bajo la sombra meridiana del frondoso árbol de Pivijay que permeaba el patio de la nueva sede del Colegio Salesiano de San Roque (pues antes era una edificación doméstica en el mismo sitio, frente a la iglesia de San Roque, donde fue ubicado en 1906), el padre Briata habría de recordar los no tan remotos tiempos del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín, que había visitado, y, entonces, acá en Barranquilla en la escuela de primaria que vino a dirigir entre los pobres, en compañía del joven clérigo Ezequiel Borda, armó media cancha infantil y un arco enano para que sus muchachos en fila india fusilaran con bola de trapo y poca distancia a un portero inquieto que parecía un pulpo y cancerbero a la vez, pues tapaba de todo.

Al tiempo, en las calles polvorientas del Barrio Arriba (Rebolo, San Roque y su área de crecimiento urbano) los muchachos no solo ocupaban sus ratos libres con los juegos colectivos de entonces: trompo, cuarta, bolita´e uñita, siglo, chequita, dama o dominó, sino que al garete comenzaban a patear bola´e trapo, retándose en «líneas» o cuadrillas sectorizadas: Concordia contra Vesubio, o Matadero contra Maturín, por ejemplo.

El tema es que la idea del fútbol entró a la Ciudad no solo por los curas salesianos que llegaron desde 1902 a instalarse en la parroquia de San Roque (montando la escuela y el Oratorio Festivo en una casucha de paja en la esquina de la calle de Las Vacas con callejón de San Roque, diagonal a la hermosa vivienda de los libaneses Julián E. Chams e Isabel Eljach, donde nació la hija del matrimonio, la poetisa Meira del Mar), sino a través de los constructores ingleses y alemanes de los ferrocarriles regionales y de los navegantes locales que llegaban al macondiano muelle de Puerto Colombia, por donde entró la modernidad al país, buscando estos trotamundos acá espacios en los colegios o campos despejados para armar sus escuadras de muchachos, creando desde 1908 ligas menores de balompié, informales.

Así que en el Colegio Salesiano el padre Borda organizó el equipo infantil Juventus, integrado por gladiadores roqueños y reboleros que se adaptaron a la realidad exógena, y en la maltrecha plaza de la Virgen del Carmen, por ejemplo, donde hoy queda el Centro Social Don Bosco, o en la plaza Siete de Abril, ahora Parque Almendra, o en los solares de las fincas La Luz (donde queda hoy la cancha Barranquilla), o en la cancha Bavaria (donde hoy queda el barrio Los Trupillos) o en el potrero de Julio Montes (donde está ahora el estadio Moderno, cuna del fútbol colombiano), se enfrentaban con las líneas de otros sectores, entre ellas la de unos muchachos también reboleros que después integraron el Club Sporting, los «Tigres», por su uniforme rayado negro y amarillo, y que se fundó como equipo en 1923 para reemplazar al Deportivo Barranquilla. Ya para ese tiempo existían en la Ciudad, además, los clubes de fútbol Santander, Boyacá, Valparaíso y Unión Colombia.

Colegio Salesiano de San Roque, mitad del Siglo XX

El Juventud Infantil por su parte, fue creado como equipo formal el 7 de agosto de 1924 (cuando la Juve de Turín tenía apenas 28 años) liderado por Micaela Lavalle de Mejia, activa mujer de ascendencia italiana pero nacida en Antioquia, y que vivía por los lados de la misma Plaza del Carmen, aunque su sede inicial era una vivienda de la calle de Las Vacas entre callejones Porvenir y Buen Retiro.

El equipo original del que después se llamó Junior estaba conformado por Víctor Bovea, Héctor Donado, Leovigildo Rolong, Juan Mejía, Manuel Vásquez, Víctor Núñez, Alberto De las Salas, Vicente Cervera, Rosendo Barrios, Armando Moya, Aurelio Roa, Valerio Molinares, Agustín Consuegra, Simeón Manjarrés, Enrique Lamadrid, Pedro Yépez, Néstor García, Francisco Ibáñez y Nicolás Pineda. muchos de ellos habían pasado ya por la primaria del Colegio Salesiano de San Roque.

Junior, «tu papá», il vecchio signore

Hacía 1917 se creó un Comité de Fútbol en la Ciudad donde participa el equipo Juventud Infantil, representando a Rebolo y San Roque (Barrio Arriba), pero fue en 1924 cuando se organiza la Liga de Football del Atlántico (que termina convirtiéndose en la primera Federación Colombiana de Fútbol) y el equipo amado entra en la Tercera Categoría, ganando el ascenso a la Segunda en 1927, y de ahí sube a la Primera Categoría con el nombre de Juventud Junior, hasta 1948 cuando comienza el fútbol profesional en el país, y el equipo, entonces llamado Atlético Junior («Los tiburones de Bocas de Ceniza)», queda subcampeón detrás de Santafé.

                  Atlético Junior 1949

Junior se convierte así en un fenómeno social, rey de multitudes en la región, haciendo honor a su ancestro italiano, aunque sin ganar títulos, pero con un exquisito juego de sincrético culturismo costeño/carioca/gaucho: «Il vecchio signore».

Hasta cuando en 1984, el narrador deportivo Edgar Perea, en un partido de Copa Libertadores con el América de Cali, allá en la Sultana del Valle, Junior ganó 4-1 y de paso acalló al periodista Poncho Rentería que había dicho que los del equipo de Barranquilla eran unos minusválidos y que mejor no jugaran porque iban a salir goleados. Entonces, en cada narración Edgar Perea decía: “Goool de los minusválidos del Junior, goool de los parapléjicos del Junior… Poncho Rentería, cállate y no olvides nunca que Junior es tu papá, Junior tu papá”, y así quedó para siempre: «Junior, tu papá».

Hoy, Junior tiene diez estrellas, igual que el deportivo Cali, cuartos en el palmaré nacional.

Fútbol, ojalá pasión de multitudes para la paz total

Estos cien años de la existencia del Junior de Barranquilla, por cumplirse el año entrante, debe ser motivo para crear una agenda público privada y comunitaria muy reflexiva que, articulada, propenda por una consciente apropiación social del significado y la dinámica recreativa sana y honesta del deporte de las multitudes, más en Barranquilla, con mucho cuidado, donde todo gira alrededor de “Tu papá”, hecho que, bueno o malo, genera muchos dividendos claros u oscuros a los dueños monopólicos de la empresa rojiblanca, más el aumento positivo del dinero circulante formal e informal en los calendarios y entornos deportivos, y una ilusión de nunca acabar, ahora con la mira puesta en la Copa Libertadores de América.

El momento coyuntural que vive Barranquilla y el Caribe, pues el equipo es arquetipo regional, debe ser revisado, acordado y ejecutado muy bien perfilado por varios sectores (empresariales, deportivos, comunitarios, oficiales, académicos, periodísticos, etc.), ya que a futuro fortalecería los lazos de identidad y pertenencia territorial en todos los aspectos psicosociales y hasta políticos, tendientes a aliviar la carga emotiva de la angustia urbana, especialmente cuando se cuestiona la estrategia alienante y consumista del deporte desde el capitalismo, que reduce en lo individual la posibilidad de satisfacer primero necesidades básicas.

Es decir, hay que escudriñar cómo el Junior en conjunto debería ser un gestor social y responder a los cambios psicosociales que la población requiere. En este sentido, consultando con eruditos en sociología del deporte, surgen algunas variables para agendar en el año del Centenario del Junior de Barranquilla: Formación psicosocial y cultural a las barras o tribus urbanas; aumento de la cobertura y calidad de las escuelas de fútbol; formación masiva en valores deportivos; democratización accionaria de la Empresa a través de abonados (modelo europeo con las cooperativas de usurarios); creación público privada de una Escuela Superior de Deporte, y, además de otras propuestas, erección de una estatua a la fundadora del equipo Micaela Lavalle, ojalá en la plaza de San Roque, la misma calle 30 donde nació Juventud Infantil, o que se recupere para un museo la casa sede inicial. O que, por qué no soñarlo, un partido familiar entre “Tu papá de Barranquilla” y la abuela italiana.

El profesor Robinson Menco, licenciado en Educación Física, a propósito del tema, manifiesta que “La relación del Junior con la Ciudad y la región debe enmarcarse en el aparato ideológico de construcción de sociedad digna y participativa, al servicio de la recreación sana en todos sus aspectos, tejiendo lazos de afecto entre afines y contrarios, convergiendo las políticas públicas progresistas y los intereses de los dueños del balón”.