Donald Trump volvió a hablar alto y duro. En un discurso reciente, lanzó una frase que cayó como piedra en la política latinoamericana: Colombia, o cualquier país que produzca o trafique cocaína, podría ser atacado por Estados Unidos. Lo dijo sin rodeos, en el mismo tono con el que también aseguró que vendrán ataques directos contra carteles del narcotráfico dentro de Venezuela.
Sus palabras llegaron en un momento de tensión regional y desataron una nueva oleada de reacciones. Trump afirmó que Colombia “produce cocaína, tiene plantas de fabricación y luego nos la venden”, y terminó rematando con que cualquier nación involucrada en este negocio “está sujeta a ataques”. Una frase que revive el viejo miedo de que Washington decida actuar por cuenta propia más allá de sus fronteras.
En Colombia, el presidente Gustavo Petro no tardó en responder. Lo hizo con un mensaje directo, sin adornos. Dijo que lo invita a participar en la destrucción de los laboratorios de droga que su gobierno tumba a diario. Contó que ya van más de dieciocho mil en su mandato y que lo hace sin misiles, sin drones armados y sin amenazas. Petro cerró su respuesta con una advertencia: no poner en juego la soberanía nacional. Y usó una imagen que ya se volvió su sello, la del Jaguar que se despierta cuando lo provocan.
La tensión no se queda solo en esa frase. Trump habla de ataques “muy pronto” en territorio venezolano, algo que Caracas ya calificó como una amenaza directa. La región siente un aire pesado cuando un candidato a la Casa Blanca menciona operaciones militares fuera de su país. La sensación es que un movimiento en falso podría empujar a América Latina a un escenario peligroso.
La declaración también deja en evidencia una vieja disputa. Mientras Trump señala a países productores, gobiernos como el colombiano recuerdan que buena parte del problema está en el consumo y en el negocio multimillonario que se mueve dentro de Estados Unidos. Petro insiste en que la lucha no puede centrarse solo en destruir laboratorios o perseguir campesinos que cultivan hoja de coca, sino en desmontar las redes que lavan dinero, mueven cargamentos y alimentan la demanda.
Las palabras de Trump, más que una amenaza inmediata, suenan a un mensaje para su base política. Un guiño de campaña. Un recordatorio de que su estilo sigue siendo el mismo: frontal, militarista y dispuesto a usar la fuerza como carta de presentación. Aun así, esa retórica tiene efectos reales. En Colombia ya hay voces que piden preparar una respuesta más firme. Otras hablan de mantener la calma y evitar escalar la confrontación verbal.
Lo cierto es que la región entra nuevamente en modo de alerta. Las declaraciones de Trump no pasan desapercibidas. Reviven recuerdos incómodos y obligan a pensar hasta dónde puede llegar Estados Unidos en nombre de la lucha contra las drogas. Colombia, por ahora, mantiene su postura: cooperación sí, pero sin permitir acciones que violen la soberanía.



