El Mundial de Clubes, más que un torneo, se ha convertido en una ambiciosa apuesta personal de Gianni Infantino y Donald Trump. Ambos líderes, desde sus respectivas trincheras —uno al frente de la FIFA, el otro en plena carrera política en Estados Unidos— han visto en este certamen una oportunidad clave: probar, desde ya, la capacidad organizativa del país norteamericano con miras al Mundial de 2026.
Infantino, artífice de la expansión del torneo a 32 equipos y de su periodicidad cuatrienal, tiene claro que el evento no es solo un escaparate futbolístico, sino una estrategia para consolidar la presencia de la FIFA en un mercado difícil de conquistar. En Estados Unidos, el fútbol aún pelea por un lugar entre gigantes como la NFL, la NBA y la MLB, que dominan las audiencias, los patrocinios y la conversación pública.
En ese contexto, el torneo actual funciona como un test crucial. La logística, el interés del público, el rendimiento comercial y el impacto mediático están bajo la lupa. Para Infantino, es la oportunidad de demostrar que la FIFA puede insertar al fútbol de clubes en la cultura deportiva estadounidense con fuerza y continuidad.
Trump, por su parte, no ha perdido la ocasión para vincular su nombre a un evento de talla global. Con su conocida habilidad para capitalizar espacios mediáticos, el expresidente se ha mostrado cercano a la organización, respaldando públicamente el torneo como símbolo del liderazgo y la proyección internacional de Estados Unidos. En clave electoral, el evento le sirve como vitrina para reforzar su narrativa de poder y grandeza nacional.
Pero no todo ha sido fácil. A pesar de la buena infraestructura y la capacidad hotelera y tecnológica del país, las cifras de asistencia no han sido deslumbrantes, y la cobertura mediática aún está lejos del fervor que generan otros deportes en suelo estadounidense. Los organizadores saben que el camino hacia el Mundial de 2026 aún tiene baches que sortear: mayor penetración cultural, fidelización del público y una narrativa futbolística que conecte con las nuevas generaciones.
Lo cierto es que el Mundial de Clubes actual no solo define un campeón, sino también marca el pulso de una estrategia ambiciosa: la de hacer del fútbol un protagonista en Estados Unidos y convertir al país en el nuevo gran bastión del deporte global.
Preguntar a ChatGPT