Santa Marta amaneció vestida de banderas. Desde la madrugada, el viento del mar ondea los colores de América Latina, el Caribe y Europa sobre el paseo marítimo que separa la arena del Caribe y las carpas diplomáticas donde, este 9 y 10 de noviembre, se intentará lo que muchos consideran una tarea titánica: que dos regiones del mundo, separadas por siglos de historia, encuentren un lenguaje común en medio de las crisis compartidas.
A la sombra de la Sierra Nevada, la Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) se instala como un laboratorio político donde se mezclan discursos sobre cambio climático, cooperación energética y digitalización con las tensiones silenciosas que atraviesan los gobiernos de ambos lados del Atlántico.
Colombia, en cabeza del presidente Gustavo Petro, ejerce la presidencia pro tempore del bloque y busca dejar huella: una hoja de ruta que hable de transición ecológica, justicia social y soberanía tecnológica, pero también de poder político en un mundo que se reconfigura.
Un Caribe diplomático
Doce jefes de Estado, seis vicepresidentes y veintitrés cancilleres se reúnen en Santa Marta, convertida por unos días en la capital política de América Latina. La presencia de Luiz Inácio Lula da Silva, una figura histórica en la región, confirma el peso que Brasil busca recuperar en la escena continental. Delegaciones de México, Argentina, Chile, Uruguay, Cuba y países caribeños llegaron con agendas propias y discursos que, a veces, suenan más distintos que complementarios.
El Gobierno colombiano, sin embargo, ha querido que la Cumbre no se limite a una lista de saludos protocolares. En palabras de la canciller Rosa Yolanda Villavicencio, la meta es “pasar del discurso al proyecto”: lograr que los acuerdos sobre energía limpia, interconexión digital, educación y seguridad alimentaria se traduzcan en inversiones concretas.
Entre el calor y las tensiones
En los pasillos del centro de convenciones, donde la brisa salada se mezcla con el rumor de los traductores simultáneos, se perciben tensiones que no aparecen en el protocolo.
Algunas delegaciones europeas llegaron incompletas: varios líderes del continente desistieron de asistir tras la ola de sanciones y conflictos externos que han tensado la relación con América Latina.
Las ausencias pesan, y Colombia lo sabe. Por eso Petro insiste en que “el Sur global no puede seguir siendo un espectador del destino del planeta”. Es su manera de decir que esta cumbre no es solo una mesa de cooperación, sino una oportunidad política para reposicionar a la región.
Presidente de España, Pedro Sánchez, aterriza en la Cumbre Celac-UE en Colombia

El Gobierno de España Pedro Sánchez reafirma su compromiso con la CELAC-UE, convencido de que solo la unión entre Europa y América Latina puede responder con humanidad y esperanza a los actuales desafíos de nuestra sociedad.
«Nos unen la historia, la lengua y los sueños de justicia social; nos guía la certeza de que juntos somos más fuertes para construir un futuro de paz, equidad y dignidad compartida en tiempos inciertos», señaló la ministra de Relaciones Exteriores, Rosa Yolanda Villavicencio.
Además, el Caribe colombiano recibió al primer Ministro de San Cristóbal y Nieves, Terrance Drew, el vicepresidente de Cuba, Salvador Valdés Mesa; y el viceministro de Paraguay; quienes arribaron al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Santa Marta para participar en la IV Cumbre CELAC-UE.
Los temas que mueven la brújula
La agenda gira en torno a tres grandes transiciones; la energética, la digital y la ambiental. Europa quiere asegurar socios estables para su agenda verde y para la producción de energías limpias. América Latina, en cambio, exige que la transición sea justa, sin repetir la historia de la extracción desigual.
El segundo eje, la transformación digital, busca cerrar brechas tecnológicas con proyectos de conectividad, educación e innovación. Y el tercero, el ambiental, plantea la defensa de la Amazonía y los océanos como bienes comunes de la humanidad.
“Es hora de que la cooperación no se mida en cifras, sino en vidas transformadas”, dijo uno de los delegados de República Dominicana, resumiendo el tono humano que muchos quieren imprimirle al encuentro.
La otra cumbre: la que ocurre en las calles
Fuera de los salones refrigerados, la ciudad vibra con otro tipo de encuentro. Hoteleros, comerciantes y habitantes del centro histórico viven la cumbre con curiosidad y esperanza.
“Que hablen de medio ambiente aquí, donde el mar se come el malecón, tiene sentido”, comenta un pescador que observa los convoyes diplomáticos pasar por la Avenida del Río.
Los samarios han visto cómo el operativo de seguridad transformó la cotidianidad: helicópteros sobrevolando la bahía, patrullas por las calles coloniales, y un cordón logístico que parece salido de un escenario de película política. Pero también hay orgullo: “Nunca habíamos tenido algo así”, dice una estudiante de la Universidad del Magdalena, que participa como voluntaria en la organización.
Para el presidente Petro, esta cumbre es mucho más que un evento diplomático. Es su vitrina internacional en un momento clave de su gobierno, cuando busca reafirmar el liderazgo regional y demostrar que el país puede ser un interlocutor global.
El discurso colombiano se centra en una cooperación que priorice la vida y la justicia climática, y no solo los intereses económicos. “O el planeta cambia o desaparece”, repite el mandatario, intentando poner a la CELAC en el corazón del debate ambiental global.
Fuentes diplomáticas confirmaron que entre los acuerdos más avanzados se discuten compromisos en energías renovables, movilidad humana, educación tecnológica y lucha contra el crimen transnacional. También, un fondo conjunto para innovación verde que vincularía al Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y al Banco Europeo de Inversiones.
Entre promesas y realidades
Los observadores coinciden en que la cumbre llega con grandes expectativas pero con un margen limitado de concreción. Las diferencias internas entre los países —en modelos económicos, posturas ideológicas y prioridades— podrían diluir los resultados en una declaración general.
Sin embargo, la sola imagen de presidentes latinoamericanos reunidos frente al mar de Santa Marta tiene su propia fuerza simbólica. Es el intento de reconstruir puentes entre dos continentes que se distanciaron por años, y que ahora, bajo la presión de la crisis climática y la desigualdad, buscan reencontrarse en un nuevo punto de equilibrio.
Mientras cae la tarde y el sol tiñe de naranja las montañas de la Sierra, los equipos diplomáticos siguen negociando párrafos, verbos y adjetivos en la declaración final. Los pueblos que esperan que esas palabras se conviertan en realidades.
En Santa Marta, la bahía donde Simón Bolívar soñó la unión de América, los líderes vuelven a hablar de integración. La historia parece repetirse, pero también abrir una posibilidad: que esta vez las palabras no se las lleve el viento, sino que se siembren en la arena de un continente que aún busca su propio destino.



