Si hay algo que decir de esta edición de la Champions League es que hoy quedó demostrado que, cuando una ofensiva es imparable, cualquier planteamiento táctico puede desmoronarse. El París Saint-Germain, bajo la dirección del español Luis Enrique, ofreció un espectáculo que marcó un antes y un después en la historia del torneo.
Luis Enrique imprimió a su equipo un estilo muy suyo, con claros matices de aquel juego vistoso y dominante que caracterizaba al Barcelona. Frente a eso, la táctica sólida y poderosa del Inter de Milán simplemente no resistió. ¿La razón? El PSG fue más fuerte, más agresivo, más decidido. Jugó con una intensidad casi bestial, con hambre de gloria. A pesar de ser un equipo relativamente nuevo en finales de Champions, se impuso con autoridad y sin titubeos.
El marcador final lo dice todo: 5-0, una paliza contundente. El PSG aplastó al equipo italiano de principio a fin. Ousmane Dembélé fue el eje central de esa orquesta ofensiva, acompañado por una alineación que ejecutó su papel como una sinfonía al mejor estilo de Richie Ray y Bobby Cruz: con ritmo, precisión y pasión.
Este partido será recordado como uno de los más históricos en las finales de la Champions. El dominio del PSG fue total, constante, abrumador. El equipo francés mantuvo la posesión del balón con maestría, y eso agotó al Inter, que no encontró nunca el ritmo ni el espacio.
Más allá del resultado, este encuentro deja una gran lección: hay que salir a ganar, sin importar el rival o las estadísticas. Porque en el fútbol, como en la vida, lo inesperado puede suceder. Tal como ocurrió en aquella mítica final entre Liverpool y Milan, donde tras un 3-0 en contra, los Reds lograron empatar y ganar en penales.
Hoy, el PSG escribió su propia historia. Y yo me quito el sombrero ante un técnico tan elegante, estratégico y valiente como lo es Luis Enrique.
¡Felicitaciones al París Saint-Germain, nuevo campeón de la UEFA Champions League 2024-2025!