La conmemoración del 7 de agosto, fecha en la que se recuerda la Batalla de Boyacá y la independencia definitiva de Colombia, estuvo marcada este año por un hecho que ha generado debate nacional: miles de personas salieron a marchar en distintas ciudades para expresar su respaldo al expresidente y exsenador Álvaro Uribe Vélez, en medio de sus procesos judiciales.

Las movilizaciones, convocadas por simpatizantes y sectores afines al uribismo, tuvieron lugar en Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y otras capitales. Portando banderas, camisetas y pancartas, los asistentes defendieron la inocencia del exmandatario y criticaron lo que consideran una persecución política y judicial en su contra.

Entre el patriotismo y la controversia

El hecho de que la marcha coincidiera con la celebración de la independencia despertó reacciones encontradas. Para algunos sectores, la fecha patria fue aprovechada de manera legítima para reivindicar a un líder político que consideran parte de la historia reciente del país. Para otros, sin embargo, la decisión de convocar la manifestación el mismo día de la fiesta nacional fue un acto de irrespeto a la memoria histórica y a la unidad que la jornada representa.

Historiadores y analistas políticos recordaron que el 7 de agosto ha sido tradicionalmente un día para exaltar los símbolos patrios y reflexionar sobre la independencia, y advirtieron que su uso con fines partidistas puede profundizar la polarización que vive Colombia.

Voces a favor y en contra

Durante las concentraciones, los manifestantes entonaron el himno nacional, pero también corearon consignas políticas en defensa de Uribe. En redes sociales, figuras públicas afines al exmandatario celebraron la masiva participación y la calificaron como una muestra de “solidaridad y gratitud”.

Por el contrario, líderes de la oposición y sectores ciudadanos expresaron que el acto fue “una politización del día patrio” y una señal de que la sociedad está cada vez más dividida entre bandos irreconciliables.

Mientras el Gobierno central se encontraba en un escenarios muy distintos. En Leticia, a orillas del majestuoso río Amazonas, el presidente Gustavo Petro encabezaba los actos oficiales por los 206 años de la Batalla de Boyacá, gesta que selló la independencia de Colombia. A más de mil kilómetros de las marchar en apoyo al expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Durante su discurso en Leticia, el jefe de Estado hizo referencia a la situación social y ambiental en Boyacá, anunciando que será en ese departamento “donde el campesino se convierta en cuidador del páramo y el agua, sin morirse de hambre”, en alusión a un plan para fortalecer la economía rural y la protección de ecosistemas estratégicos. El acto incluyó el izado del pabellón nacional, desfiles militares y mensajes sobre unidad y soberanía.

Por su parte, en Bogotá, el ministro de Defensa Pedro Sánchez conmemoraba junto al Ejército Nacional sus 215 años de creación, resaltando la labor de las Fuerzas Militares en la defensa del territorio y rindiendo homenaje a los soldados caídos. La ceremonia incluyó desfiles, honores militares y reconocimientos a uniformados destacados.

El resultado: un 7 de agosto que, lejos de unir a los colombianos bajo el mismo símbolo patrio, se convirtió en un espejo de la polarización política que atraviesa el país.