Parece una historia sacada de un thriller sobrenatural, pero es la realidad detrás del rastro que ha dejado Néstor Gregorio Vera Fernández, alias Iván Mordisco, jefe máximo del Estado Mayor Central de las disidencias de las FARC. Su nombre ha vuelto a estremecer los radares de inteligencia militar y las selvas del sur colombiano, no solo por su rol como guerrillero, sino por el aura de misterio que rodea su supuesto final.

Hace pocas semanas, un comunicado del bloque “Jorge Suárez Briceño” —enemigos declarados del EMC— aseguró que Mordisco había muerto en combates en la profundidad del Amazonas. Sin embargo, como ya ha sucedido antes, la versión fue rápidamente cuestionada. Ni cadáver, ni pruebas, ni confirmación oficial. Solo palabras en la selva.

Lo que sí encontraron las autoridades fue algo que descoloca incluso a los más escépticos: en un campamento abandonado, hallaron restos de rituales esotéricos, figuras usadas en magia negra y elementos que, según los investigadores, serían parte de ceremonias para invocar protección espiritual. La inteligencia militar sostiene que Mordisco habría recurrido a estos métodos para eludir su captura. Algunos aseguran que intentaba volverse “invisible” ante el enemigo. Otros creen que simplemente es parte de una estrategia de control y miedo.

Mientras tanto, el hombre más buscado por el Estado colombiano estaría herido. Se habla de un enfrentamiento reciente en el que seis de sus escoltas murieron. Mordisco, según relatos de campesinos, habría huido con un cabestrillo improvisado en el brazo, acompañado por un puñado de mujeres indígenas que sirven como su nueva anilla de seguridad.

El operativo de búsqueda se ha concentrado en los departamentos de Caquetá, Guaviare y la región amazónica de Araracuara. Sin embargo, el líder disidente parece haberse esfumado entre rituales y selva, dejando a su paso no solo armas y miedo, sino también señales de un culto extraño que combina guerra y creencias ocultas.

¿Está muerto Iván Mordisco? ¿O simplemente se reinventó como una sombra intocable entre la espesura? Por ahora, todo es especulación. Lo cierto es que el mito crece, y con él, la incertidumbre de un país que no ha terminado de hacer las paces con sus propios fantasmas.