La principal protagonista de esta novela oscura y de cuello blanco es la dama Aida Merlano Rebolledo.

Merlano fungió como la figura de decoración de los Char, Gerlein, luego de pasar su primeros años de maridaje con Carlos Rojano Llinás. Y de igual manera está uno de los miembros de su UTL en la cámara de representantes, Rafael Rocha.

El patrón criminal para el manejo de los dineros malhabidos, que se puede descubrir en este caso de Aida Merlano y Arturo Char, es el mismo usado por Odebrecht y Corficolombiana.

El instrumento financiero instrumentalizado fue Corfinanza. La empresa contratista del Estado para financiar a la Merlano es Valorcon. Es decir, que a Serfinanza y Valorcon se le debe aplicar la enajenación temprana, tarea de la SAE.

La primera es el banco de los Char, y, la segunda la firma constructora de los Gerlein Echeverría. En atención con el acervo probatorio existente en el proceso contra el «rey» Arturo Char Chaljub, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) identificó esas dos fuentes financieras para corromper al electorado barranquillero y atlanticense. Así se captura al Estado. Luego lo ponen a su servicio vía contratación pública y actos administrativos tipo sastre. Es decir, a la medida e intereses de los Daes Abuchaibe, los Char, Pumarejo, De la Rosa, Jácome de la Peña, Abondano, Cure, delincuentes de cuello blanco del Contry Club de Barranquilla.

Así se edificó el imperio del Califato Daes—Char. La caída de Casa Blanca es el principio del fin. El núcleo para lavar activos es Serfinanzas y un entramado de firmas contratistas que siempre se quedan con las licitaciones y la contratación directa de Barranquilla y el Atlántico. Desde estas dos fuentes se originaron los dineros sucios para comprar los votos y financiar las campañas electorales de políticos corruptos que son empaquetados con el fin de apoderarse del presupuesto oficial mediante la contratación pública.

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