Por: Ulahy Beltrán López

Muchos me preguntan por qué desde hace unas semanas insisto en seguir escribiendo sobre la necesidad que la mayor cantidad de personas se vacunen contra el coronavirus que produce la enfermedad Covid-19, y que además lo hagan cuanto antes y con el esquema completo. Soy médico y tengo una responsabilidad profesional y un deber moral: motivar a que las personas acepten esta estrategia de salud pública que es protectora de la severidad de la enfermedad pero que también es salvavidas. 

Los médicos y más los que tenemos formación salubrista y gerencial, sabemos que debemos procurar por todos los medios romper las cadenas de transmisión y propagación del virus para poder impedir que sigan ocurriendo muertes evitables, que es un indicador que evidencia un sistema de salud fallido. Para alguien que se formó para brindarle atención a los enfermos y procurar su recuperación, además de evitar que los que están sanos se enfermen, es una puñalada en el ego y un golpe a la moral, que a pesar del conocimiento médico-científico existente y la suficiente tecnología diagnóstica y terapéutica presente y disponible, sigan ocurriendo muertes evitables como las que se siguen presentando por Covid-19 en personas que fallecen porque no se quisieron vacunar.  

Sé y estoy consciente que la vacunación es un acto personal y voluntario, pero la voluntad de no quererse vacunar por parte de algunas personas ha traído enfermedad y muerte a personas que sí deseaban vivir pero que entraron en contacto con los primeros, se contagiaron, se agravaron y hasta murieron. Por eso creo que si con un escrito mío logro convencer a solo una persona que se vacune, logré mi objetivo pues esta persona se protegerá de la enfermedad y si le dá, sufrirá pocos efectos nada graves, evitando su muerte por Covid-19. Así también, esta persona que se sensibilice con uno de estos escritos y se vacune, beneficiará a otros pues no los contagiará y así sus contactos tampoco morirán. Además, esa persona que se vacunó por el convencimiento que se logró, ayudará a la entera comunidad pues estará contribuyendo a lograr la inmunidad de rebaño que es el factor protector de tipo colectivo que se está buscando con los planes de vacunación en los diferentes países del mundo.

Por eso, me siento muy agradado cuando una persona que estaba indecisa frente a la vacunación o estaba atrapada en los mitos y falsedades de las “personas antivacunas”, finalmente se sensibiliza y acepta la vacunación y se vacuna, empezando así su protección, la de sus contactos y la de la entera comunidad de su entorno.    

Actualmente aún hay muchas personas que dudan de la seguridad y la eficacia de las vacunas contra el coronavirus, y además preguntan si el tener una tercera dosis garantiza que no se enferme un individuo. Ante eso encontré una respuesta contundente de parte de un colega, que creo resulta la más pertinente que he escuchado cuando las personas expresan ese tipo de interrogante o de excusa para no creer. Esa respuesta es “NO, lo único que tiene garantía son los electrodomésticos”, y la dio Carlos Eduardo Pérez Díaz, médico infectólogo de la Universidad Nacional y jefe de infectología de la Clínica Marly y el Hospital La Samaritana de la ciudad de Bogotá, ante ese interrogante que muchos tienen frente al tema de la vacunación contra el coronavirus SARS-CoV-2.

De manera práctica lo que se está queriendo decir con esa respuesta es que si bien es cierto que ninguna vacuna es infalible ni inocua, lo importante es que son seguras y tienen efectividad, puesta está suficientemente demostrada la disminución de las complicaciones de la enfermedad en caso que una persona vacunada llegase a contagiarse con el coronavirus, llevando casi a cero la posibilidad de la muerte por esta causa.

Pérez Díaz en su más reciente publicación, (Pros y contras de la tercera dosis para el Covid-19, radiografía de un infectólogo), analiza el comportamiento paradójico que tienen algunas personas que no desean vacunarse contra el precitado virus y que además promueven que las demás no lo hagan, argumentando entre otras razones que no se vacunan porque no se aplican en sus organismos “sustancias que desconocen”.   

Menciona el experto en el manejo de las enfermedades infecto-contagiosas que ese grupo de “personas antivacunas” no conocen los procesos químicos que se realizan para potabilizar el agua, pero sin embargo, así se la toman; igual ocurre con algunos alimentos que consumen, especialmente los de origen animal como la carne de res o de aves de corral, que los ingieren sin mayor reparo, desconociendo que estos animales han sido previamente vacunados o incluso consumen vegetales que son tratados químicamente. Así las cosas, aunque “seguramente tampoco conocen esos procesos”, esas personas que hoy se niegan a vacunarse, no reparan en tomarse el agua ni comer esos alimentos. 

Un contra-argumento para estas personas que hoy se resisten a la vacunación es informarles, tal como lo hace este médico en su análisis, es que “la accesibilidad al agua potable y las vacunas han permitido que se duplique la expectativa de vida en los últimos cien años”, lo que además resulta ser “una evidencia contundente e irrefutable”. 

El virus ha encontrado en Colombia un escenario propicio para su desarrollo y progreso por lo menos por 5 razones que describe Pérez Díaz: “la pobreza, la corrupción, la inequidad, la ignorancia y la injusticia”. Mientras no se logre la inmunización efectivamente masiva y con esquemas completos en la población de Colombia, el país será el terreno para que lleguen nuevas variantes y con ellas llegarán también nuevos problemas para la salud y la economía de la nación y de las personas. 

El mensaje de cierre es que si bien “lo único que tiene garantía son los electrodomésticos” y las vacunas no son infalibles, éstas sí generan disminución de las complicaciones de la enfermedad si una persona vacunada llegase a contagiarse con el coronavirus, minimizando así también la posibilidad de la muerte por esta causa. Sin embargo, para lograr la protección de la población como beneficio colectivo de la vacunación, debe darse el compromiso individual de los habitantes de cumplir con su inmunización para pasar cuanto antes la página de la pandemia y lograr el retorno a la normalidad, en la medida de lo posible. 

De lo contrario, tal y como lo dice Pérez Díaz al final de su escrito, “solo debemos esperar que providencialmente el virus mute y se convierta en un resfriado común”. 

Así las cosas, seguiremos insistiendo en fomentar la credibilidad de las personas en la vacunación contra el coronavirus. Si bien ésta es un acto puramente individual, tiene repercusión directa en la protección colectiva frente al virus, por eso solo hasta cuando se alcance por lo menos el 90 o 95% de la vacunación en la población, sobre todo con esta variante delta que parece será la que empiece a predominar desde el mes de octubre, es que se podrá hablar de inmunidad de rebaño.

Mientras tanto, por todos los medios hay que trabajar que cuanto antes se pase del rechazo a la aceptación de la vacunación, de la desprotección a la protección de la salud y la vida, así sea que con cada intento que se haga, sólo sea un individuo el que se convenza y deje el desistimiento, pero ese convencimiento de solo una persona salvará su vida pero también la de muchas otras.