A pesar de los reiterados llamados del Distrito de Barranquilla a celebrar con responsabilidad el Día de la Virgen del Carmen, la realidad en las calles suele ser otra: caravanas desbordadas, desorden vial, consumo excesivo de licor y fiestas que terminan en riñas o alteración del orden público.
Cada 16 de julio, la ciudad se transforma. Lo que debería ser una jornada de reflexión y fe se convierte en muchos sectores en un descontrolado carnaval paralelo. Las autoridades distritales lanzan campañas de convivencia, seguridad y respeto por la vida, pero año tras año estas recomendaciones parecen quedarse en comunicados oficiales que pocos leen.
“El llamado a la sana convivencia ya es parte del ritual. Lo anuncian cada año, pero nunca pasa nada. Sabemos que ese día hay exceso de motos, caravanas, licor, y si uno se queja, es que está contra la Virgen”, comenta Ángela Gómez, residente del barrio La Magdalena.
La Alcaldía insiste en operativos y vigilancia reforzada, pero la percepción ciudadana es de permisividad y falta de control real. Para muchos, la celebración de la Virgen del Carmen representa un día intocable donde las normas pierden autoridad frente a la devoción popular, en especial del gremio transportador.
En algunos barrios del sur y suroccidente, la jornada suele dejar un saldo de heridos, enfrentamientos e incluso accidentes de tránsito. La devoción religiosa se desborda sin que medie una estructura clara para canalizarla sin afectar la tranquilidad ciudadana.
Mientras tanto, el mensaje oficial sigue siendo el mismo: fe sí, pero con respeto. Aunque para muchos, esa consigna es ya un acto de fe en sí mismo.