Ariel Quiroga Vides.
Soy abiertamente de pensamiento liberal/progresista, social demócrata y con inclinación al federalismo cuando el momento histórico lo requiere, pero también creo en la iniciativa privada, en las reglas del mercado y la libre competencia.
Considero que debe existir la mínima intervención del Estado en asuntos económicos, pero también que este, tiene que colocar su maso cuando existan desequilibrios injustos que beneficien a unos pocos y degraden a la gran mayoría.
Creo que es inteligente subsidiar el emprendimiento y los sectores estratégicos de la producción, proteger la económica nacional cuando es conveniente para tener mejor capacidad competitiva, pero sin olvidar que los hombres hacen grandes sociedades, cuando lo alcanzado es producto del esfuerzo y el mérito.
En definitiva, soy un hombre pragmático, que no se deja poner una marca como el ganado para ser identificado de uno u otro bando, eso me sabe a caca, a atraso intelectual, a infantilismo político, a fanatismo y mezquindad, a miopía de vida; los calificativos serían extensos e interminables.
Por mis oficinas pasan empresarios y comerciantes de todos los niveles, políticos y periodistas con distintas opiniones, artistas y personas del común que dan la vida por uno y otro político, y todos tienen en común tener la razón en varios aspectos y equivocarse en otros, además de que suelen ser buenas personas. (Presunción de buena fe).
En conversaciones con cada uno de mis clientes y amigos, suelo hacer relación sobre cómo motivan sus creencias; sobre todo con aquellos empresarios y políticos que están en el juego y el debate de la cosa pública. A los que se identifican de derechas les he manifestado algunos apuntes (será objetivo de otra columna), a los del centro también y claro que a los de izquierda, pero estas letras se enfocarán en los últimos.
Los políticos y empresarios (pocos), que abiertamente se identifican con la izquierda, sobre todo los latinoamericanos, suelen caer en un error garrafal, y esto es, la escogencia de sus ejemplos, creen que solo con la elocuencia de los discursos ya está, y que no dejan un halo de duda sobre el futuro de la nación y los territorios si ellos llegan a ganar.
¡Despierten! Nadie con un poco de amor personal quiere vivir en condiciones como las que viven la mayoría de los cubanos, los venezolanos, los norcoreanos, los vietnamitas, los chinos, los iraníes (nada que ver con la izquierda, pero como son enemigos de EE.UU, los catalogan como aliados geo políticos) ¡nadie!. Las naciones que abiertamente son socialistas se caracterizan por algo y nos centraremos en las latinoamericanas del Caribe.
Cuba, Venezuela y Nicaragua, (Ecuador con Correa, y Bolivia con Evo son otro cuento), tienen una incoherencia entre el discurso demócrata y la Praxis, son auténticas dictaduras, pues han coartado a los demás poderes públicos, reprendido y encarcelado a opositores políticos sin causa legal, y lo peor, han destruido sus economías; pues subvencionan lo básico, pero condenan a la población al estancamiento y a una vida miserable, toda vez que desmotivan la inversión.
Solo los más fuertes económicamente y los funcionarios del Estado del alto nivel, logran tener una vida digna y ventajosa, al final sus representantes se convierten en lo que tanto odiaron, unos oligarcas igual de corruptos a los que derrotaron, lo único que cambia es el discurso. Esto es equivalente al camandulerismo, a esa inclinación de andar con el rosario en la mano, pero por detrás, hacen pactos con el diablo.
Uno no entiende por que aún existen líderes latinoamericanos que alaban la revolución cubana, si simplemente fue el salto de una oligarquía de ultraderecha a otra de ultraizquierda, la gran similitud, ambas son dictaduras violentas, una lo fue, y la otra lo es
Claro que Cuba es líder en medicina, alfabetización y educación ¿Pero acaso eso no es alcanzable en una democracia liberal, con separación de poderes, y con respeto de la propiedad privada?
Es un error que los líderes latinoamericanos de izquierdas que desean conquistar el poder tengan de ejemplo a un régimen que es tan represivo como lo fue el de Pinochet, pero bueno, tal vez es que no tienen ejemplos globales de dónde echar mano.
No se entiende, cómo con esa inteligencia superior aún siguen anclados a un discurso que fue derrotado en 1989, en Berlín (la caída del muro), que en su reencauche en Venezuela, se ratificó lo nefasto de las políticas subvencionistas sin control, que la mayor puridad del gobierno del proletariado, es Corea de Norte, y esa mierda, es una monarquía camuflada, que China solo utiliza el comunismo para no ser democrática, pero económicamente refleja el capitalismo más salvaje.
Preocupante tanta inteligencia y tanta falta de claridad, y lo peor, están arrastrando a un puñado de miles que no tienen ni idea de en que carajo andan, ni que es lo que arengan.
A mis amigos y lectores de izquierdas les digo que alimentan el mayor discurso de la derecha, el miedo a ser como Cuba y Venezuela; naciones arruinadas por políticas macroeconómicas desquiciadas, y en definitiva; genuinas dictaduras al mejor estilo de las dictaduras militares latinoamericanas que llenaron de muertos, desaparecidos y nepotismo a nuestro continente.
Es hora de que el progresismo muestre más resultados y menos discursos emotivos, porque empiezan a aburrir y perder credibilidad; sino lo hacen, llegará el día en que aparezca un Otto von Bismarck (derecha) y tome el discurso progresista, lo convierta en políticas publicas (seguros sociales alemanes,) y le quite a las personas pobres y excluidas, la necesidad de mirar a una posibilidad de gobierno alternativo.
Solo espero que esta columna no genere aquella reacción infantil de tacharme de enemigo del progresismo, y si así fuere, no me interesa, amo la democracia y en democracia puedo escribir…