La justicia alcanzó a Saúl Severini: el exjefe paramilitar capturado en Cali tras 16 años prófugo
Tal como lo habíamos informado en el día de ayer sobre la captura de este importante criminal que se paseaba por todo el país..
Para las víctimas del Caribe, su caída significa el fin de una larga impunidad y la esperanza de conocer verdades silenciadas
Tras 16 años de fuga, la justicia alcanzó por fin a Saúl Alfonso Severini Caballero en Cali. El exjefe del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) fue detenido por la Dijín de la Policía Nacional en un operativo conjunto con la Fiscalía 242 de Derechos Humanos, que no solo representa un golpe contra la impunidad, sino también una esperanza largamente esperada para las víctimas.
Un prófugo que esquivó la verdad
Severini, señalado de ser una de las piezas clave en la expansión paramilitar en la región Caribe, nunca se acogió a los procesos de Justicia y Paz como lo hicieron otros excomandantes de las AUC. Eligió la clandestinidad, prolongando durante más de una década el silencio sobre alianzas políticas, crímenes de lesa humanidad y pactos económicos que sostuvieron el poder armado en la Costa.
Esa fuga de 16 años fue para las víctimas una segunda condena: ver cómo uno de los principales responsables de su tragedia seguía libre, mientras ellas cargaban con el duelo, el despojo y el miedo.
Las voces que esperaron
“Hoy sentimos que la justicia tardó, pero llegó”, expresó una lideresa de víctimas del Magdalena al conocer la noticia. “Queremos escucharlo hablar, que diga la verdad sobre quiénes lo apoyaron y por qué tanto dolor se sembró en nuestros pueblos”.
Para analistas de derechos humanos, la captura no solo tiene valor judicial sino también simbólico: demuestra que, aunque tarde, el Estado puede alcanzar a quienes intentaron esconderse de la justicia.
Lo que está en juego
La caída de Severini abre un nuevo capítulo en la búsqueda de verdad en la región Caribe. Su testimonio podría iluminar episodios oscuros: masacres no esclarecidas, desplazamientos forzados y, sobre todo, la relación entre el paramilitarismo y la política local.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la justicia ordinaria tendrán ahora la responsabilidad de escuchar su versión y contrastarla con los relatos de víctimas y sobrevivientes. Lo que diga —o lo que calle— será decisivo para comprender hasta dónde llegaron las redes de poder que se tejieron bajo su mando.
Su captura en Cali, lejos de los territorios donde ejerció su poder, simboliza el ocaso de un hombre que alguna vez impuso miedo y silencio. Para las comunidades que aún viven con las cicatrices del paramilitarismo, la detención de Severini no borra el dolor, pero abre una ventana de esperanza: la de que, al fin, la verdad se diga en voz alta.
“Que hable, que cuente todo”, insiste un líder social de Bolívar. “Porque nuestra memoria y la paz necesitan justicia, así llegue tarde”.