La mañana del 7 de octubre de 2023 marcó un punto de inflexión en Medio Oriente. Ese día, el grupo islamista Hamas ejecutó una ofensiva sin precedentes contra Israel desde la Franja de Gaza. Miles de cohetes fueron lanzados y comandos armados penetraron en comunidades del sur israelí. El balance, según cifras oficiales, fue devastador: 1.200 personas asesinadas, en su mayoría civiles, y 240 rehenes trasladados a Gaza.
El ataque, denominado por Hamas como la operación “Diluvio de Al Aqsa”, fue calificado por el primer ministro Benjamin Netanyahu como “el día más oscuro en la historia de Israel”.
La respuesta israelí
En las semanas posteriores, el Ejército israelí lanzó una campaña aérea y terrestre de gran escala. Gaza, un territorio de 365 km² con más de 2,3 millones de habitantes, quedó bajo asedio total: cortes de electricidad, bloqueo de suministros y cierre de pasos fronterizos.
El portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Daniel Hagari, aseguró: “Estamos luchando por nuestra supervivencia; el objetivo es eliminar toda la infraestructura militar de Hamas”.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamas, reportaba hacia finales de 2023 más de 20.000 muertos palestinos. Naciones Unidas advirtió en diciembre que “la Franja estaba al borde del colapso humanitario”.
Breves treguas y negociaciones fallidas
Durante 2024 se sucedieron varios intentos de tregua, impulsados por Egipto, Qatar y Estados Unidos. Los acuerdos parciales permitieron intercambios de rehenes y prisioneros, pero no lograron frenar la guerra.
Un portavoz de Hamas, Osama Hamdan, declaró en Doha: “La resistencia no depondrá las armas mientras la ocupación continúe; Israel quiere someternos, pero el pueblo palestino no se rendirá”.
En enero de 2025, Hamas liberó a decenas de rehenes, pero Israel denunció que aún mantenía a más de un centenar. Las conversaciones se rompieron en marzo.
La ofensiva de 2025
El 18 de marzo de 2025, el gobierno israelí anunció la operación “Might and Sword”. Netanyahu sostuvo: “No nos detendremos hasta traer a todos los rehenes de vuelta a casa y garantizar que Hamas nunca más pueda amenazar a nuestros ciudadanos”.
Los combates más duros se concentraron en el este de Gaza. En Shuja’iyya, bombardeada intensamente en abril, la ONU denunció “pérdidas civiles masivas”.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, advirtió: “Ningún objetivo militar puede justificar la magnitud del sufrimiento infligido a la población civil”.
En julio, un ataque aéreo sobre la escuela al-Jarjawi, administrada por la UNRWA, dejó decenas de víctimas entre desplazados que se refugiaban allí. Israel afirmó que el edificio era usado por combatientes de Hamas; la ONU pidió una investigación independiente.
Expansión regional del conflicto
El 9 de septiembre de 2025, la guerra traspasó las fronteras de Gaza. En Doha, Qatar, un ataque israelí contra líderes de Hamas interrumpió negociaciones de paz. El canciller qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, denunció: “La soberanía de Qatar ha sido violada y los esfuerzos de mediación han sido saboteados”.
Israel, por su parte, defendió la acción. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, declaró: “No hay escondite seguro para los líderes de Hamas, estén donde estén”.
Las cifras reflejan la magnitud del conflicto:
Más de 80.000 palestinos han muerto, según el Ministerio de Salud de Gaza.
Israel mantiene la cifra de 1.200 muertos en su territorio desde octubre de 2023.
La ONU estima que 1,8 millones de palestinos están desplazados y que el 60 % de la infraestructura civil de Gaza ha sido destruida.
La Cruz Roja Internacional advirtió: “La situación es insostenible; sin acceso humanitario inmediato, la población enfrenta el riesgo de una catástrofe aún mayor”.
Un futuro incierto
En Tel Aviv, familias de rehenes aún esperan noticias. En Gaza, millones sobreviven entre ruinas y hospitales colapsados. El secretario general de la ONU, António Guterres, reiteró: “La única salida real al conflicto es una solución política basada en dos Estados”.
Pero ni Israel ni Hamas parecen dispuestos a ceder: Israel busca “eliminar la capacidad militar de Hamas”, mientras que el grupo islamista afirma que “la resistencia continuará hasta el fin de la ocupación”.
La guerra, que comenzó con un ataque sorpresa en 2023 y se reavivó con fuerza en 2025, sigue dejando un saldo de devastación. Y aunque los mediadores insisten en la necesidad de un alto el fuego duradero, en el terreno las bombas continúan cayendo.
Pero está guerra no es nueva, pues el origen a la guerra actual viene escalando desde 1917 cuando la declaración Balfour: Reino Unido apoya la creación de un hogar judío en Palestina. Hagamos un recorrido en línea de tiempo.
1947 – Plan de Partición de la ONU: propone dos Estados, uno judío y otro árabe.
1948 – Creación de Israel: primera guerra árabe-israelí; más de 700.000 palestinos desplazados (Nakba).
1967 – Guerra de los Seis Días: Israel ocupa Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.
1987 – Primera Intifada: levantamiento popular palestino contra la ocupación.
1993 – Acuerdos de Oslo: se crea la Autoridad Nacional Palestina; el proceso de paz fracasa.
2007 – Hamas toma Gaza: desde entonces, múltiples guerras con Israel.
7 de octubre de 2023 – Ataque de Hamas: 1.200 muertos en Israel, 240 rehenes.
Octubre 2023 – Invasión israelí de Gaza: bombardeos y crisis humanitaria.
2024 – Treguas parciales: intercambios de rehenes y prisioneros.
Marzo 2025 – Operación Might and Sword: Israel reanuda la ofensiva.
Julio 2025 – Ataque a la escuela al-Jarjawi: decenas de desplazados muertos.
Septiembre 2025 – Expansión regional: Israel ataca líderes de Hamas en Qatar y posiciones hutíes en Yemen.
Episodios cómo en Gaza, una madre sostiene en brazos a su hijo de apenas tres años, cubierto de polvo tras un bombardeo. “No quiero más guerra”, susurra entre lágrimas, mientras busca un pedazo de pan en un centro de ayuda humanitaria.
Ambos, separados por fronteras, ideologías y décadas de violencia, comparten la misma angustia: la espera.
Quizá la historia la escriban los líderes con sus decisiones, pero el peso de la guerra lo cargan los cuerpos anónimos: niños que ya no juegan, familias sin hogar, ciudades reducidas a escombros.
En esa franja de tierra sitiada, entre el mar y los muros, la vida se sostiene a medias, esperando un alto el fuego que nunca llega. Y mientras tanto, el eco de una pregunta sin respuesta retumba en el desierto y en las ruinas:
¿cuántas generaciones más deberán esperar para conocer la paz?