Por: Ulahy Beltrán López
En días recientes la Organización Mundial de la Salud (OMS) generó dos informes sobre el comportamiento del coronavirus COVID-19 en el mundo: (1) confirmó que el número de casos semanales había caído en el mundo un 11 por ciento, evidenciándose una desaceleración significativa de este proceso evidenciada además por una caída del 20 por ciento en las muertes en todo el planeta; y, (2) sólo un par de días después, alertó a países y gobiernos, señalando que por primera vez en siete semanas se vio un crecimiento exponencial de los casos de COVID-19 en todo el mundo.
Ambas informaciones de la OMS, con solo unos pocos días de intervalo entre una y otra, invitan a la sana reflexión a los tomadores de decisión en los gobiernos de los países, pero también a la ciudadanía en general: definitivamente no puede haber triunfalismo ni falsa sensación de seguridad ni que el problema de la propagación del virus ya es historia, sino que precisamente, con mucha cautela hay que seguir trabajando por el control de esa propagación y la protección de las personas.
El caso puntual de Colombia merece especial cuidado para que no se pierda lo que se ha ganado hasta ahora en el tema del control y la mitigación de esta pandemia, sobre todo porque el proceso de vacunación tuvo un inicio tardío y su ritmo ha sido muy lento en esta primera etapa que tiene como beneficiarios al talento humano en salud de la primera línea de lucha contra el coronavirus y los mayores de 80 años.
En ese orden de ideas, el análisis de las cifras en Colombia muestra una innegable y vertiginosa disminución de casos nuevos y fallecimientos por el coronavirus COVID-19, después del segundo pico presentado en el cierre del 2020 y el inicio del presente año 2021: en diciembre de 2020 los casos reportados en el país fueron 325.369 y hubo 6.477 muertes, en enero los casos confirmados fueron 453.009 casos confirmados y 10.770 muertes, presentándose una evidente disminución en febrero cuando apenas los casos reportados sobrepasaron en poco los 150.000 y las muertes fueron algo más de 5.550.
Según los expertos, esta caída en los registros es consecuencia de las medidas restrictivas aplicadas por las autoridades en el pico de enero, sumadas al comportamiento de la gente, pero advierten también que el mundo aún continúa en pandemia y por ello la disminución de casos y muertes que se observó en febrero, no se puede tomar como el fin de la misma, pues el virus sigue circulando, mutando y matando, toda vez que no se ha demostrado que haya disminuido su capacidad para infectar.
El análisis muestra entonces que las cifras bajaron por las medidas restrictivas de movilidad que afortunadamente tuvieron efectos en el pretendido control de la propagación del virus, pero que esa disminución en el conteo de casos reportados y muertes, jamás debe ser el motivo para el relajamiento de la gente frente a las ya muy conocidas medidas de bioseguridad y autocuidado tanto individuales como colectivas. Ese relajamiento pudiera estar condicionado por una errada percepción de seguridad derivada de la mencionada disminución numérica de nuevos casos y muertes por la pandemia.
Resulta igualmente importante que los gobernadores y alcaldes comprendan que es absolutamente mandatorio mantener el control de los aforos y la ventilación de todos los espacios, además de flexibilizar horarios laborales, permitir la alternancia en el trabajo y estar vigilantes con los sobrecupos en el transporte, así como mantener la restricción en los eventos públicos masivos.
Así también, hay circunstancias que deben ser de obligada consideración en el análisis del “caso Colombia” y que giran alrededor del cuestionado proceso de vacunación contra el coronavirus que se ha adelantado en el país. Si bien la estrategia de inmunización “masiva”, pudiera ser considerada como una razón que a futuro evitaría la reactivación de la pandemia, esto no aplica aun en Colombia toda vez que hasta ahora se ha aplicado un número mínimo de dosis de vacunas, hecho que lógicamente no tiene efecto evidente en términos de protección colectiva, faltando aún la aplicación de casi la totalidad de millones de dosis requeridas, necesitándose por lo menos varios meses para que ocurra el impacto real de la estrategia de inmunización sobre la pandemia.
Además resulta oportuno y realista decir que en el período de tiempo mientras se consigue la aplicación de ese mínimo número de vacunas en el país para que haya protección por inmunización colectiva, puede ocurrir que la pandemia se reactive. Esta realidad es una de las consecuencias de haberse empezado tan tarde la vacunación contra el coronavirus en Colombia y además ser muy lenta en su ritmo de número diario de dosis aplicadas y personas vacunadas hasta el momento. En poco tiempo tendrán lugar actividades relacionadas con la Semana Santa, época en la que tradicionalmente se incrementa la movilidad, la cercanía de personas y la gente se reúne en conglomerados, que son el caldo de cultivo ideal para la aceleración de contagios, por lo que deberá haber expresa prohibición de las procesiones y aglomeraciones en esa época.
Si no se observan esas recomendaciones, Colombia empezará a vivir lo que fue la segunda advertencia de la OMS en días recientes y que se mencionó en el inicio de este escrito: la reactivación de la pandemia con un crecimiento exponencial de los casos de COVID-19 como el que se evidenció en todo el mundo al finalizar la semana pasada. La OMS advirtió que por primera vez en siete semanas se vio un crecimiento exponencial de los casos de COVID-19 en todo el mundo, solo con excepción de África y el Pacífico Occidental.
El análisis que la OMS hizo al respecto indica que después de seis semanas consecutivas en las que se registró una disminución de los casos positivos registrados en todo el mundo, las cifras de la semana pasada rompieron con esta tendencia, pudiéndose deber a “la relajación de las medidas de salud pública, la circulación continua de variantes y la gente, que baja la guardia”.
Con el coronavirus Colombia lleva ya dos picos, que han significado hasta el momento que se escribe esta columna y a lo largo de toda la pandemia, más de 2´260.000 de casos y un poco más de 60 mil fallecidos, además de todo el impacto financiero en la economía del país pero también en la de millones de hogares y de empresas colombianas.
Por tal razón la disminución observada en febrero en los números de casos y muertes por coronavirus en Colombia no puede llevar al relajamiento de la población que es el factor que ha permitido la reactivación de las cifras en el mundo en la última semana. No hay espacio para el triunfalismo porque la pandemia sigue, el virus continúa circulando y no ha disminuido su capacidad de infectar, además la vacunación contra el coronavirus no cumple aún con la expectativa de ser masiva y para que logre su impacto debe pasar aún mucho tiempo y aplicarse casi la totalidad de millones de dosis de vacunas definidas como meta en este país.
No es el momento entonces para darle siquiera un pequeño espacio a la relajación, sino por el contrario, todos sin excepción, gobernantes y gobernados, deben permanecer vigilantes y alertas, manteniendo la disciplina ciudadana. Si no se actúa así, el temido tercer pico podrá llegar a Colombia reactivándose la pandemia, inclusive con un crecimiento exponencial, por eso: ¡cero triunfalismo y mucha cautela!