Investigacion de Jacobo Solano
El periodista Jacobo Solano narra la historia del asesinato de la reina de la Coca en Medellin- Colombia.
Como salida de una escena de «El Padrino», así fue el asesinato de María del Pilar Zea, alias La Reina de la Coca, una de las mujeres más poderosas —y discretas— del narcotráfico colombiano. El crimen, ocurrido la semana pasada en la capital Antioqueña ha conmocionado a los círculos criminales y encendió las alertas en las autoridades nacionales e internacionales.
Zea, de 44 años, fue ejecutada con frialdad: una cita en su camioneta blindada, un sicario que se sube al asiento trasero, y una secuencia final de ahogamiento y disparos con silenciador. Así terminó la vida de una figura clave en la exportación de cocaína hacia Centroamérica y Estados Unidos.
La ascensión de una reina
Segun Solano, la historia comenzó hace dos décadas, cuando cultivó relaciones con capos como alias Chupeta, a quien incluso visitó en Brasil en 2006, poco antes de su captura. Según fuentes citadas por el periodista Jacobo Solano, Zea pudo haber tenido un rol en esa delación.
Tras regresar a Cali, su influencia creció. A partir de 2015, ya manejaba grandes volúmenes de droga y estableció alianzas con el Clan del Golfo, particularmente con alias Otoniel. Desde entonces, su reputación como una «capa invisible» se consolidó: discreta, carismática y astuta, se infiltró en las élites sociales y narco con la misma facilidad.
Lujo, fiestas y expedientes
En marzo pasado, gastó cerca de 200 mil dólares en el matrimonio de su hija con el cantante Pipe Calderón, una boda cubierta por medios nacionales donde asistieron personajes del mundo narco. Para ese entonces, ya era objeto de investigaciones por constreñimiento ilegal, amenazas y, más grave aún, por tráfico internacional de estupefacientes. Explica el periodista.
Establecida en una mansión en El Poblado, manejaba operaciones desde rutas del Pacífico y el Golfo de Urabá. Las autoridades de EE. UU. le seguían los pasos desde 2018, pero fue en 2022 cuando su nombre apareció vinculado al decomiso de 1,2 toneladas de cocaína en Puerto Limón, Costa Rica.
La caída y el ajuste de cuentas
En los últimos seis meses, Zea había perdido tres cargamentos —más de cinco toneladas— y con ello, la confianza del Clan del Golfo. Las pérdidas le generaron una deuda de más de 10 millones de dólares, un pecado que la organización no perdona.
El pasado jueves recibió una llamada citándola en el centro comercial Mall del Este. Dudó, pero asistió con su pareja, el DJ y caballista Jhon Fredy Toro Hincapié. A las 7 p.m., se encontraron con alias El Chino Arias. Mientras Toro bajaba por bebidas, Arias abordó el vehículo. Lo que siguió fue una ejecución planificada y silenciosa.
Un asesinato con sello mafioso
Según fuentes cercanas a la investigación y revelaciones del periodista Jacobo Solano, el encuentro con alias El Chino Arias no fue una simple conversación.
Dentro del vehículo blindado, se desató una fuerte discusión por la millonaria deuda que Zea mantenía con el Clan del Golfo tras la pérdida de varios cargamentos. Fue entonces cuando Arias la acusó de colaborar con la DEA, algo que en el bajo mundo se paga con la vida.
Siguiendo un protocolo reservado para los considerados “sapos”, Arias le colocó una bolsa plástica en la cabeza y la asfixió. Esta forma de ejecución es emblemática dentro de las mafias, como advertencia y castigo para quienes filtran información. Luego, para asegurarse de que no sobreviviera, le propinó dos disparos en la cabeza con una pistola equipada con silenciador, evitando alertar a los presentes en el parqueadero del Mall del Este.
Las cámaras de seguridad captaron a El Chino bajándose del vehículo con la bolsa en la mano, sin mostrar signos de nerviosismo. Subió a un Chevrolet Emotion gris y se marchó del lugar. Trabajo limpio. Meticuloso. Impecable, según el siniestro código de honor de la mafia.
Pocos minutos después, el DJ Toro regresó con las bebidas y encontró a Zea agonizando en el asiento del copiloto, ensangrentada. Desesperado, condujo a toda velocidad hasta una clínica del sector, pero ya era tarde: María del Pilar Zea había fallecido. Así acabó la vida de una de las mujeres más poderosas del narcotráfico colombiano contemporáneo, de manera casi calcada a la muerte de Griselda Blanco, otra reina de la coca, asesinada a balazos por un sicario en Medellín en los años 80 por razones similares.
Con su muerte, se cierra un capítulo oscuro pero revelador del narco en Colombia: el de las mujeres que escalaron hasta la cima de un mundo dominado por hombres, para luego caer, víctimas del mismo sistema que las encumbró.
Las autoridades no han dado mayores detalles, pero el mensaje es claro: incluso las figuras más poderosas del narco, si incumplen las reglas del juego, caen. Y caen de la forma más brutal.
Aqui el hilo del periodista Jacobo Solano en su cuenta de X.