La propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente ya no aparece como un gesto aislado o una amenaza coyuntural del presidente Gustavo Petro. Hoy se perfila como el eje de un relato político que busca cohesionar a la izquierda de cara a las elecciones de 2026. El mandatario ha transformado la idea en una bandera simbólica que conecta pasado, presente y futuro: justifica lo que no logró en el gobierno, proyecta un programa mínimo y ofrece a sus bases un punto de encuentro.
En los últimos meses, Petro ha insistido en que las normas actuales han sido un obstáculo para concretar sus reformas sociales, ambientales y judiciales. Ahora plantea que solo un poder constituyente puede abrir la puerta a esos cambios. El mensaje no es menor: responsabiliza al marco institucional vigente de los límites de su gestión y, al mismo tiempo, invita a sus seguidores a continuar la disputa en las urnas.
La iniciativa, sin embargo, enfrenta un camino complejo. Convocar una constituyente exige una ley aprobada por el Congreso, sancionada por el presidente, revisada por la Corte Constitucional y, finalmente, respaldada por cerca de 13 millones de votos ciudadanos. Un itinerario que, por ahora, parece más un horizonte político que una hoja de ruta inmediata.
Lo que sí resulta evidente es su valor electoral. Petro ha llamado a que las listas al Congreso en 2026 se definan como “listas proconstituyente”. Con ello busca unificar a las fuerzas del Pacto Histórico y a los sectores sociales que lo acompañaron en el paro nacional de 2019: ambientalistas, líderes juveniles y defensores del acuerdo de paz. Esa misma narrativa comienza a permear en precandidatos como Gustavo Bolívar, Daniel Quintero o Alfredo Saade, quienes han acogido la propuesta como bandera común.
El trasfondo es claro: en un escenario en el que la izquierda necesita reorganizarse y presentar un proyecto de continuidad, la Constituyente aparece como símbolo de resistencia y como mecanismo para agrupar demandas dispersas. No solo sería un debate sobre reglas de juego, sino un plebiscito sobre el propio legado de Petro y el futuro de la democracia colombiana.
Así, más que una simple melodía difundida en redes, la Constituyente se ha convertido en la narrativa electoral que el petrismo intenta instalar para los comicios de marzo y mayo de 2026. Una apuesta de alto riesgo jurídico, pero de evidente potencia política.