El país sigue estremecido por la muerte de Valeria Afanador, la niña de 10 años con síndrome de Down que desapareció el pasado 12 de agosto en Cajicá y cuyo cuerpo fue hallado 18 días después en el río Frío, en el sector conocido como Fagua (Cundinamarca)

Lo que en un inicio fue una intensa búsqueda marcada por la esperanza, terminó convertido en un duelo nacional. La pequeña, conocida por su alegría y su ternura, se transformó en un símbolo de unión: cientos de voluntarios, socorristas y vecinos se sumaron durante días a la tarea de encontrarla, aferrados al deseo de que regresara sana y salva.

Este domingo, el dolor se hizo visible en las calles de Cajicá. Cerca de 400 vehículos, adornados con globos de colores, formaron una caravana fúnebre que acompañó el traslado de Valeria hasta el Club Edad de Oro, donde se realizaron emotivos homenajes en su memoria. Los globos que flotaban en el aire representaban la inocencia y la esperanza, un contraste con la tristeza que embargaba a los asistentes.

“Valeria nos deja una huella imborrable. Su sonrisa iluminaba la vida de quienes la rodeaban. Hoy Cajicá llora a su hija más querida”, expresó una de las mujeres que participó en la caravana, mientras sostenía un ramo de flores blancas.

Interrogantes sin respuesta

Aunque la comunidad se unió en torno al homenaje, el hallazgo del cuerpo de Valeria también despierta interrogantes que la familia y la sociedad exigen aclarar. ¿Qué ocurrió realmente el día de su desaparición? ¿Cómo terminó en el río Frío después de tantos días de búsqueda?

Las autoridades han informado que se adelantan las investigaciones correspondientes para determinar las causas de la muerte, mientras la Fiscalía recolecta testimonios y pruebas para esclarecer el caso. La presión ciudadana crece: no quieren que el caso de Valeria quede en el olvido ni se diluya en cifras.

Un llamado de país

El adiós a Valeria es, al mismo tiempo, un recordatorio y una exigencia. La memoria de esta pequeña —quien enfrentó la vida con una inocencia que conmovía a todos— se convierte en un llamado urgente a proteger a la niñez colombiana, a fortalecer las búsquedas y a garantizar justicia en cada caso.

Hoy, Cajicá se despide de Valeria con lágrimas y con globos de colores que se elevan al cielo. Colombia la despide con un clamor unánime: verdad y justicia para que su partida no quede impune.