La carrera presidencial de 2026 ya comenzó, y con ella, una pregunta clave: ¿harán los precandidatos campañas libres de bodegas digitales, pagos a influenciadores y estrategias de desinformación? Aunque varios han salido a comprometerse públicamente con una contienda “limpia”, las dudas persisten.

Algunos aspirantes aseguran que no pagarán a influenciadores ni usarán ejércitos de cuentas falsas. “Nuestra campaña será con gente real, sin bodegas ni bots”, dijo uno de los precandidatos más visibles del centro político. Otro, del ala progresista, afirmó que solo trabajará con voluntarios y comunidades digitales orgánicas.

Sin embargo, no todos fueron tan categóricos. Un aspirante conservador evitó comprometerse de frente: “No vamos a permitir ataques, pero también tenemos derecho a responder”, afirmó, sin descartar el uso de estrategias digitales más agresivas.

Mientras tanto, expertos advierten que el fenómeno de las bodegas es difícil de controlar. La tercerización de la propaganda política, el uso de agencias opacas y la falta de regulación clara hacen que muchas promesas de campañas éticas terminen siendo solo eso: promesas.

En medio del creciente rechazo ciudadano a la manipulación en redes, la presión para que 2026 sea diferente está sobre la mesa. Pero una cosa es el discurso, y otra muy distinta la práctica.

¿Será esta la primera campaña presidencial sin bodegas? Por ahora, los precandidatos dicen que sí. El tiempo —y las redes— dirán otra cosa.