En un hecho sin precedentes para la región y con implicaciones de alto impacto político, la activista cubana Rosa María Payá fue elegida como nueva comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), convirtiéndose en la primera representante de origen cubano en ocupar este cargo. La decisión fue adoptada durante la 55ª Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en Saint John’s, capital de Antigua y Barbuda.

Con 20 votos a favor,dos más de los requeridos; Payá logró superar a su contendiente Marion Bethel, de Bahamas, quien también resultó electa. La tercera vacante quedó sin resolución y será definida en una próxima sesión. La elección de Payá no solo representa un triunfo personal para la activista, sino también un revés simbólico para el régimen cubano, que reaccionó con furia a la decisión del organismo hemisférico.

Una voz disidente que llega al sistema interamericano

Rosa María Payá es hija del fallecido disidente Oswaldo Payá, impulsor del Proyecto Varela y uno de los opositores más emblemáticos del castrismo. Tras la muerte de su padre en 2012 —ocurrida en un accidente que la CIDH ha considerado sospechoso y con posible intervención estatal— Rosa María se convirtió en una de las voces más reconocidas del exilio cubano.

Licenciada en Física por la Universidad de La Habana y con una maestría en Liderazgo Global de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), Payá ha sido promotora incansable de la democracia y los derechos humanos en la isla, y ha fundado organizaciones como Cuba Decide y la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia.

Su postulación fue presentada por el gobierno de Estados Unidos y estuvo rodeada de tensiones diplomáticas. Algunos países —entre ellos Brasil y México— manifestaron reservas, alegando falta de independencia por su activismo político. No obstante, Washington logró alinear a una mayoría suficiente de miembros de la OEA para garantizar su elección.

Apoyos internacionales y presión geopolítica

La candidatura de Payá se convirtió en tema de interés hemisférico, no solo por su perfil, sino por el fuerte respaldo de sectores políticos estadounidenses. Legisladores republicanos y demócratas, como los congresistas cubanoamericanos Marco Rubio, Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar, celebraron su elección como una “victoria para las víctimas de las dictaduras en el hemisferio”.

El gobierno estadounidense también dejó claro que un rechazo a su postulación tendría consecuencias: el embajador Christopher Landau llegó a advertir que Estados Unidos reconsideraría su relación con la OEA si el sistema interamericano continuaba ignorando la situación de derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La presión surtió efecto. En medio de un proceso de votación reservado, Payá obtuvo un margen suficiente para ser elegida en la primera ronda. Esta elección es interpretada por analistas como una señal de reconfiguración dentro de la OEA, en la que Washington busca recuperar liderazgo en un momento de crisis del multilateralismo regional.

La respuesta oficial del régimen de La Habana fue inmediata y virulenta. El Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) de Cuba calificó a Rosa María Payá como una “mercenaria” impuesta por “chantajes y presiones” de Estados Unidos, y denunció que la OEA había perdido credibilidad y legitimidad. “Cuba no reconoce ni reconocerá autoridad alguna de la OEA ni de su Comisión de Derechos Humanos”, advirtió el comunicado oficial.

En contraste, organizaciones de derechos humanos, opositores en el exilio y activistas dentro de Cuba celebraron la elección como una victoria moral. En redes sociales, etiquetas como #RosaMaríaEnLaCIDH y #JusticiaParaCuba se volvieron tendencia, con mensajes que destacaban el significado simbólico y político de la llegada de una voz cubana disidente a uno de los órganos más influyentes en la defensa de los derechos humanos del continente.

Prioridades como comisionada: libertad, víctimas y fortalecimiento institucional

En su primera intervención pública tras la elección, Rosa María Payá aseguró que su labor estará centrada en las víctimas y en la defensa de los principios democráticos. “Es un honor servir en un organismo que durante décadas ha sido refugio de quienes no tienen voz en sus países”, declaró.

Entre sus prioridades están: Fortalecer el rol de la CIDH frente a regímenes autoritarios como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Promover mayor acceso a justicia para las víctimas de violencia estatal. Defender la independencia del sistema interamericano. Impulsar reformas que hagan más efectiva y transparente la acción de la Comisión.

“Mi presencia aquí no responde a intereses políticos, sino al mandato de millones de ciudadanos que han sido silenciados por la represión. La Comisión debe estar más cerca de ellos”, afirmó.

El papel de la CIDH y los desafíos futuros

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos es un órgano autónomo de la OEA, encargado de la promoción y protección de los derechos humanos en el continente. Sus siete comisionados son electos por votación secreta de los Estados miembros por periodos de cuatro años, renovables una vez.

El nombramiento de Payá llega en un momento crucial, en que la CIDH enfrenta cuestionamientos por su eficacia frente a violaciones sistemáticas en varios países. La integración de una figura crítica del autoritarismo, víctima directa de la represión y con proyección internacional, podría oxigenar el organismo y darle renovado impulso.

La elección de Rosa María Payá no es solo una victoria personal ni una cuestión procedimental. Es un evento con profundo contenido simbólico: por primera vez, una cubana exiliada y disidente entra al corazón del sistema interamericano de derechos humanos, desafiando la narrativa oficial del régimen y recordando que la lucha por la libertad sigue vigente.

Su designación es también una advertencia para quienes violan derechos fundamentales: la vigilancia internacional no ha cesado, y nuevas voces se suman para hacerla más efectiva. La historia dirá si esta elección fue el comienzo de una nueva etapa para la CIDH, y para la lucha por la democracia en Cuba y en toda América Latina.