El régimen de Nicolás Maduro anunció este domingo la suspensión repentina de todos los vuelos provenientes de Colombia, en lo que analistas consideran una maniobra para tensar aún más las relaciones bilaterales y desviar la atención de la crítica situación interna de Venezuela, justo en la semana previa a las elecciones regionales del 25 de mayo.
La medida, anunciada por el ministro de Interior venezolano, Diosdado Cabello, fue justificada con el argumento de que existe un plan de “saboteo” electoral. Según el chavismo, 38 personas —17 de ellas extranjeras— habrían sido detenidas con supuestos materiales explosivos, y serían parte de una conspiración para atacar instituciones públicas.
Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la acusación directa del presidente Nicolás Maduro, quien aseguró que una “mafia albanesa-colombiana” estaría enviando mercenarios desde Ecuador con el objetivo de desestabilizar al país.
Desde Colombia, fuentes diplomáticas han rechazado la narrativa del gobierno venezolano, señalando que no existen pruebas concretas que vinculen al país con actividades de sabotaje. Expertos internacionales han calificado la retórica de Maduro como parte de una estrategia de propaganda, utilizada para justificar el aislamiento progresivo del país y desacreditar a actores externos ante su opinión pública.
Con esta decisión, Venezuela agrava su ya limitada conectividad aérea, tras haber suspendido previamente los vuelos con Panamá y República Dominicana. Mientras tanto, Estados Unidos ha elevado su alerta de seguridad, recomendando a sus ciudadanos abandonar Venezuela.
La oposición venezolana permanece dividida entre quienes apuestan por participar en las elecciones, a pesar de las irregularidades, y quienes las consideran un fraude anticipado. Todo esto ocurre en un clima de tensión, represión y creciente presión internacional.