Con la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril de 2025, el Vaticano entra en sede vacante y todas las miradas se dirigen hacia el cardenal Kevin Joseph Farrell. Como camarlengo de la Santa Iglesia Romana, Farrell es el encargado de guiar a la Iglesia en este delicado periodo de transición.
Su principal misión: garantizar el secreto del cónclave que elegirá al próximo pontífice. A sus 77 años, este purpurado nacido en Dublín ha sido el responsable de sellar los aposentos papales, custodiar los bienes de la Santa Sede, organizar los ritos funerarios y velar porque todo el proceso previo y durante el cónclave se mantenga en el más estricto hermetismo.
Ordenado sacerdote en 1978, Kevin Farrell sirvió en México y Estados Unidos antes de ser nombrado obispo auxiliar en Washington y luego obispo de Dallas. En 2016, Francisco le confió el liderazgo del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y en 2019 lo designó como camarlengo, una función histórica que hoy lo convierte en una figura crucial para la continuidad de la Iglesia.
Sin embargo, su trayectoria no ha estado exenta de cuestionamientos. Farrell ha enfrentado críticas por su cercanía pasada con el ex cardenal Theodore McCarrick, acusado de abusos sexuales, y por haber recibido un donativo significativo del obispo Michael J. Bransfield, posteriormente vinculado a un escándalo financiero. Farrell devolvió el dinero una vez conocido el origen irregular de los fondos.
Hoy, bajo la presión de la historia, Kevin Farrell tiene en sus manos la delicada tarea de preservar el orden, la discreción y la estabilidad del Vaticano en uno de los momentos más críticos de la Iglesia Católica contemporánea.