Aunque no ha pronunciado literalmente las palabras “soy el presidente de Latinoamérica”, Gustavo Petro parece decidido a asumir ese papel simbólico. Aprovechando su posición como presidente pro tempore de la CELAC, ha viajado a China con una agenda que va más allá de los intereses exclusivos de Colombia.
Durante su visita oficial, firmó 12 acuerdos con el gobierno de Xi Jinping, elevó las relaciones a una “asociación estratégica” y promovió proyectos binacionales como si hablara en nombre de toda la región. Incluso insinuó la adhesión de Colombia a la iniciativa de la Franja y la Ruta, planteando a su país como un eje continental entre el Pacífico y el Atlántico.
Petro insiste en que América Latina debe romper su dependencia histórica con Estados Unidos, y no pierde oportunidad para posicionarse como vocero de esa nueva dirección geopolítica. Sin embargo, sus gestos han generado críticas: ¿representa a Colombia o a toda Latinoamérica? ¿Habla como presidente de una nación o como el líder de un bloque regional que no lo eligió para ese rol?
Lo cierto es que, aunque no lo diga explícitamente, el presidente colombiano parece sentirse con el peso de representar a toda una región… al menos mientras dure su presidencia en la CELAC.