El lujo y el desenfreno marcaron las últimas horas de Juan Pablo Leal Vásquez, conocido en el mundo del narcotráfico como ‘Pablito Tusi’ o simplemente el ‘Rey del Tusi’. Pero la ostentación terminó delatándolo. El martes 11 de marzo, en plena zona turística del municipio de Calima El Darién (Valle del Cauca), fue asesinado a tiros frente al lugar donde se hospedaba.

Leal Vásquez acababa de llegar en una motocicleta cuando fue sorprendido por sicarios que descendieron de un vehículo y lo atacaron sin contemplación: recibió al menos 15 disparos. Su acompañante alcanzó a huir a pie, pero el objetivo ya estaba claro. Minutos después, los agresores escaparon hacia el municipio de Restrepo, donde fue hallado el carro utilizado en el crimen.

La escena alteró la calma del municipio, acostumbrado a recibir turistas, pero no a crímenes violentos. Este es el primer asesinato del año en la localidad.

Pero la historia del ‘Rey del Tusi’ no comenzó allí. Su nombre ya había acaparado titulares semanas atrás, el 17 de febrero, tras una balacera en una fiesta privada en una mansión de $4.000 millones en el barrio Santa Cruz de Medellín. Allí murió un hombre y resultó herido el cantante vallenato Yair Ortiz. En el lugar fue encontrada su pareja sentimental, Mariana Andrea Gómez Castaño, con antecedentes por tráfico de tusi.

Las autoridades ya lo tenían en la mira. Según inteligencia, Leal Vásquez era uno de los mayores distribuidores de tusi en Medellín, el Valle de Aburrá y otras regiones. Se le atribuía el manejo de al menos 43 variantes de esta droga sintética, entre ellas el letal “tusi brutal”, mezcla de ketamina, fentanilo y fármacos psiquiátricos. Su versión más vendida era conocida como “Bailarina”.

Se le vinculaba también con la red de los llamados ‘puppy narcos’, jóvenes de clases medias y altas que han encontrado en las drogas sintéticas un nuevo modelo de negocio criminal.

Tras el tiroteo en Medellín, Leal Vásquez se ocultó en el suroccidente del país, pero no dejó atrás su estilo ostentoso. En su última fiesta, antes del asesinato, compró $16 millones en licores en comercios locales, una extravagancia que no pasó desapercibida entre los habitantes de Calima El Darién.

Las autoridades investigan si sus excesos terminaron por delatarlo o si ya lo estaban siguiendo. Lo cierto es que la caída del ‘Rey del Tusi’ marca un nuevo capítulo en la expansión silenciosa de las redes del narcotráfico de lujo en Colombia.