Por: Jaime Guzmán
Hoy, 2 de julio, es un día oscuro para el fútbol nacional: se cumplen 30 años del vil asesinato del Caballero del Fútbol, Andrés Escobar, en la ciudad de Medellín. El central, quien portaba el dorsal número 2, parecía que fuera el mismo destino que apuntara contra él ante semejante suceso, pues el mismo día 2 y del mes de la divinidad (7), el gran futbolista antioqueño dejó de existir.
Andrés fue un excelso jugador que hoy en día ha sido señalado por todas las generaciones del país cafetero como uno de los mejores centrales o zagueros en la historia de la selección Colombia. Nacido en la Ciudad de la Eterna Primavera el 13 de marzo de 1967, marchitó 27 años después, dejando pena y dolor. Fue considerado una de las máximas figuras del balompié nacional y estaba a puertas de ir raudamente al fútbol internacional en un gran onceno como el Milan de Italia.
El país estaba ante los ojos de la violencia, para bien o para mal. Cabe recordar que un año atrás habían dado al blanco al jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar, cuando en una operación conjunta de militares y policías le dieron de baja en el techo de su casa. Y eso no terminaba allí: el país era punto rojo por los continuos nexos entre las guerrillas y narcotraficantes que tenían sus negocios oscuros y asesinaban a cantidades de personas hasta tal punto que llegaron a ocasionar miedo al combinado del seleccionado patrio en el Mundial. Según lo dicho -y ya es una realidad- había divisiones en el grupo del equipo desde el plano futbolístico, pero su peor problema eran las continuas amenazas que padecían en las concentraciones, trayendo como consecuencia una discreta presentación en el Mundial de USA 94. Desafortunadamente, Colombia salió por la puerta de atrás como el primer onceno en irse de dicho campeonato. Pero eso no fue suficiente: el «Tricolor» recibiría la peor noticia, el vil asesinato de Andrés Escobar, ocasionado por un grupo de apostadores que no valoraron lo que hizo este futbolista en el campeonato. De pasar a unas burlas en un bar a la gota que rebosó la copa de vino, fue la manera cómo lo acribillaron, producto de un autogol que, como cualquier jugador en diferentes episodios o juegos más trascendentales, se han realizado. Pero a él no se lo perdonaron; pagó el error injustamente con la muerte.
Escobar fue defensor durante toda su carrera, pero ante las balas y la maldad fue vulnerable. Se estrenó con la camiseta del «verde de la montaña» el 31 de agosto de 1986 ante Unión Magdalena, fuera de su estadio, ingresando al minuto 87 por John Jairo «la Turbina» Tréllez. Era un hombre inteligente y gallardo dentro y fuera del campo, y su titularidad se iba a imponer más temprano que tarde… Y así fue. Su primer juego como inicialista fue ante Cúcuta Deportivo el 22 de marzo de 1987 con un resultado favorable.
Escobar logró ganar con Nacional la Copa Libertadores en 1989, consiguiendo también el rentado Nacional con esta escuadra en 1991 y 1994. Asimismo, los subcampeonatos de 1988, 1990 y 1992. Con la selección Colombia comenzó su carrera el 30 de marzo de 1988 ante Canadá en el Estadio Centenario de Armenia. Marcó su único gol con la tricolor ante Inglaterra en el monumental de Wembley con un soberbio cabezazo en un partido que terminó igualado 1-1.
Participó en las eliminatorias a Italia 90, clasificando bajo las órdenes del estratega Francisco Maturana. También participó en la Copa América de 1989 y 1991. En marzo de 1993 tuvo una peligrosa lesión que lo alejó 8 meses de toda actividad y, por este motivo, no estuvo en las eliminatorias al mundial USA de 1994. Sin embargo, cuando se recuperó, pudo estar con el plantel “cafetero”. Tras la presentación negativa de la Selección, Escobar seguía firme y sereno. Enfrentó al poder mediático y cuando llegó al país, con suma confianza comentó: «la vida no termina aquí, es solo un partido de fútbol».
Pero lo jamás pensado vendría días después…