Por: Alfonso Camerano Fuentes

Se despidió Piedad Córdoba, la “Negra”, una mulata que tuvo palabra y carácter, pero ante todo, posiciones verticales en la Política.

Fue amada, por quienes la admiraron sin declinar cuando fue perseguida por la jauría del establecimientos; odiada, sin recato, por la derecha rabiosa que no toleró su liderazgo y compromiso por la Paz; temida, por detractores que sabían lo mucho que ella conocía de autores de masacres y crímenes de lesa humanidad, la más de las veces, por haber recibido información de los propios jefes del paramilitarismo; pero, también, fue extrañada por quienes, desde las fuerzas alternativas, se previnieron por su activa presencia en la hermana República Bolivariana de Venezuela, al lado Chávez y Maduro.

Reseñar a un personaje de la dimensión histórica de Piedad Córdoba, requiere más información puntual y aporte de datos importantes que todavía son inéditos.

En el sujeto histórico afloran complejidades cuando en su periplo de vida activa han ocurrido eventos trascendentes de los cuales ha sido protagonista.

Ella asumió un rol insustituible en el proceso de Paz, pero aún más, por el cual la ultraderecha la sigue odiando, su compromiso con la Venezuela Bolivariana de Chávez. Eso no se lo perdonarán y seguirán condenándola hasta la 5a generación, como hicieron con el líder comunero José Antonio Galán.

Surgió al escenario nacional en las toldas del Partido Liberal, cuando, por primera vez, esa colectividad, decidió distinguir a su dirección nacional a siete mujeres, lideradas por Piedad Córdoba, a mediados de los años 80.

Fue acelerado su ascenso a partir de su voz y su garra de lideresa en defensa de los sectores marginales, de las minorías étnicas, de las minorías de género, de los LGTB, al lado de la enhiesta figura de Horacio Serpa Uribe, protagonistas, del Poder Popular, encabezado por Ernesto Samper Pizano, erigiéndose en la conductora de la política en Antioquia y Chocó, y luego, de opinión autorizada en asuntos cardinales de la nación colombiana.

Su liderazgo en el proceso de paz, a partir de su segundo período en el Congreso de la República, conduciendo la Comisión de DDHH, acrecentó su popularidad, después del descalabro electoral que significó para las fuerzas democráticas la pérdida de la presidencia para Horacio Serpa Uribe, y el consecuente triunfo de Andrés Pastrana, aupado por seña equivoca de las FARC, que se matriculó con el candidato de la derecha a pesar de que ofrecía un inseguro proceso de paz, mientras cocinaba el Plan Colombia con los EEUU.

Fue el momento oportuno para ser secuestrada por el brazo armado de la ultraderecha, que se movía por las carreteras del país, y más por las de Antioquia, sin retén ni ley, dirigida por Carlos Castaño.

Ese trance hará brotar de su entraña la firmeza de principios que le inculcaron sus padres, Zabulón Córdoba y Lía Ruíz; convencida desde su captura y sometimiento forzado por las carreteras de Medellín, en la parte trasera de una camioneta, con los ojos vendados, que sería eliminada, se enfrentó a sus verdugos.

La acusaban los paramilitares de las AUC, al mando de Castaño y Báez, de ser jefe de finanzas del ELN, a lo que les replicó a ambos con energía y determinación que la respetaran; les dijo, en su cara, “criminales, más adelante, tarde o temprano, esa misma derecha, los sacrificará, porque saben mucho”. Al final fue liberada y entregada a una comisión de conservadores, con Enrique Gómez Hurtado, a la cabeza.

Su partido, el liberal, la postuló a la Presidencia de la República, distinción a la cual declinó.

Fue nuevamente elegida a la Dirección Nacional de la colectividad, que presidió, con decoro, fijando posiciones en defensa del proceso de paz, en medio de la política de guerra que presionaba EEUU, y lideraba, desde el gobierno, Álvaro Uribe Vélez que, valga decir, le encomendó mediar con Hugo Rafael Chávez Frías, la liberación de los secuestrados por las FARC, entre esos, a la ingrata de Ingrid, Clara Rojas, su second rebelde, el congresista Jorge Gechen y otros más.

Después de haber gestado por su libertad, tras 6 años de secuestro, la ex candidata presidencial por el Partido Verde Oxígeno, Ingrid Betancourt Pulecio, se atrevió a tergiversar su papel humanitario, acudiendo a la manipulación de la prueba urdida por la inteligencia militar al servicio de la derecha, aparentemente extraída del computador de Raúl Reyes, señalándola como colaboradora de las FARC en su secuestro, con el alias de “Teodora”, desfigurando el papel humanitario de Piedad Córdoba como facilitadora de la liberación de muchos secuestrados por la insurgencia, para lo cual contó con la colaboración imprescindible del Presidente Chávez de la hermana República Bolivariana de Venezuela.

Se sumó a este viacrucis de azotes la persecución del legionario cruzado en su condición de Procurador confesional, Alejandro Ordóñez Maldonado, que decidió inhabilitarla 18 años para impedir su elección al Congreso de la República, acusándola de haber colaborado con las FARC, y supuestamente oponerse a difundir un video de los secuestrados.

De cuña, también la embalaron por haber realizado un aporte a la campaña de su candidato a la Cámara de Representantes Ricardo Antonio Montenegro, todo lo cual se habría de derrumbar ante el Consejo de Estado.

El periodo comprendido entre 2010 y el 2022, fue duramente combatida, calumniada y agredida en aeropuertos, aviones y lugares públicos por agentes amaestrados tipo pit bull, que la vilipendiaron.

Sectores de la Izquierda la marginaron, para no verse “pringados” de una amiga de Chávez y Maduro.

Cuando la acusaron de haber realizado negocios con el gobierno venezolano, de ser vocera de la República Bolivariana, con fotos en el palacio de Miraflores, más de un copartidario o seguidor se le espantó, por mero miedo a perder adeptos o ganarse la ojeriza del departamento de estado de los EEUU.

Petro la reivindicó llevándole en la lista cerrada al Congreso de la República; ya venía enferma, con achaques tempraneros a sus 60 y tantos años, la “Negra” estaba herida por dentro.

Fue fiel a sus amigos, incluso, a Álvaro Uribe, con quien se conoció en Antioquia y compartió en el Poder Popular de Samper, cuando todavía no había mostrado la uñas, y aún así, con ellas encabezando la confrontación armada contra las FARC, la distinguió en ese proceso de entendimiento de su primer gobierno.

Todavía no ha sido enterrada; fue llorada, con el catafalco, en Quibdó, cuna de su padre y de la negramenta que la acompañó con fervor; hoy la despiden en la capital las fuerzas democráticas, las minorías de género y LGTBI, por quienes abogó en el Congreso de la República, llevando la palabra de dolor y reconocimiento la vice presidente, Francia Márquez .

Ya Petro trinó: “Como congresista la conocí y como senadora murió. Una verdadera liberal ha muerto”.

Se fue una mujer grande; Piedad Cordoba Ruíz vivirá por siempre en el corazón del pueblo colombiano y venezolano.

Una flor en su tumba..!!