En una declaración que retumba como una bomba política, el excomandante paramilitar Salvatore Mancuso dejó al descubierto lo que por años fue un secreto a voces: la política de Seguridad Democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez fue efectiva, sí… pero gracias al apoyo estructural de los grupos paramilitares.
“Funcionó por nosotros”, sentenció Mancuso, señalando que detrás del discurso oficial de orden y autoridad, se tejía una alianza silenciosa con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), organización que operó con el visto bueno —y en muchos casos con la complicidad— de sectores del Estado. Según el exjefe paramilitar, el éxito de la estrategia de seguridad no radicó en la capacidad institucional del gobierno, sino en la brutal capacidad de control territorial y represión armada que ejercieron las AUC en amplias regiones del país.
Las declaraciones reviven un viejo y espinoso debate que incomoda a muchos sectores del poder: ¿hasta qué punto el Estado permitió —o incluso promovió— una alianza con actores ilegales para alcanzar sus fines políticos? ¿Fue la Seguridad Democrática un logro del gobierno… o una fachada para legitimar el terror paramilitar?
Mancuso, hoy en calidad de “gestor de paz”, ha ido soltando verdades que podrían reescribir capítulos enteros de la historia reciente del país. Sus palabras no solo afectan la figura de Uribe, sino que sacuden las bases del uribismo, una corriente política que ha construido su legitimidad sobre el relato de haber “recuperado la seguridad” en Colombia.
Para los críticos del expresidente, estas revelaciones no hacen más que confirmar lo que por años se denunció en medios alternativos, informes internacionales y sentencias judiciales: que el paramilitarismo no fue un actor ajeno al Estado, sino una pieza clave dentro de su engranaje.
Mientras tanto, desde el uribismo guardan silencio o desestiman las declaraciones de Mancuso como parte de una “venganza judicial”. Sin embargo, las palabras del exjefe de las AUC ya están sobre la mesa, y podrían convertirse en evidencia clave en los procesos judiciales que avanzan contra el expresidente.
Porque si algo queda claro tras esta confesión es que, detrás del discurso de la “mano firme”, hubo muchas manos manchadas de sangre.